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9 libros (y posibles regalos de Reyes) que nos encantaron en 2017

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Siempre decimos que la lista de libros es la más complicada de todas. Nunca se abarca lo suficiente y, aunque lo intentemos, siempre quedarán obras por descubrir. Hemos vivido un año magnífico para el feminismo y el ensayo político, con voces que han puesto sobre la mesa asuntos difíciles como el género, la precariedad y la raza con total elegancia.

En nuestra lista hay de esto último, así como las típicas joyas que se encuentran escarbando lejos de las estanterías de lo más leído. También se ha colado algún best seller con motivos, aunque son los menos, ya que nos hemos dejado cautivar por las plumas jóvenes y ágiles que aparecieron por casualidad.

No pudimos leerlo todo, pero aquí está lo que más nos ha llenado de la producción de este año. Seguro que nos han faltado obras imprescindibles. 

Así que siéntase como en su casa y díganos en los comentarios cuál ha sido su libro de cabecera este año. Como en todas nuestras listas, cada aportación suma.

Vanesa Rodríguez: 4 3 2 1, de Paul Auster (Seix Barral)

Siete años después de la publicación de su último libro, Paul Auster volvía multiplicado por cuatro. 4 3 2 1 es una novela monumental, de casi 1.000 páginas, con la que el escritor neoyorquino regresaba para dejar claro que su tiempo de silencio había merecido la pena: la de 2017 es sin duda una de las mejores obras de toda su bibliografía.

Desde un punto de partida casi idéntico, cuatro Archies Ferguson nacen en 1947 en Nueva Jersey. A partir de ese momento cada una de sus vidas tomará un camino diferente marcado por distintas variables y personajes. Cuatro vidas se entrelazan con maestría en una de las novelas más impresionantes de Paul Auster que, como un dios que juega los dados, se recrea en una de las grandes obsesiones del ser humano: ¿Qué hubiera pasado si...?


Mónica Zas: La vegetariana, de Han Kang (:Rata_)

He leído todo tipo de novelas y ensayos este año, pero solo una se mantiene agarrada a mi subconsciente con uñas y dientes. Destaco La vegetariana porque es una obra que requiere un poco de sacrificio por parte del que la elige, y eso precisamente la convierte en inolvidable.

Este Man Booker Prize no tiene nada de discurso en contra la industria cárnica, sino en contra de todas las violencias de nuestra sociedad. Yeonghye, la protagonista, es el reflejo de la obstinación pacífica que despierta la ira y el desprecio de quienes la rodean.

La prosa de la surcoreana Han Kang es directa e incómoda, y no escatima en detalles al relatar los sueños gore de Yeonghye, las escenas de sexo o el tabú de la violación dentro del matrimonio. Junto a Tan poca vida, de Hanya Yanagihara, La vegetariana es una presencia obligatoria en la estantería de los que buscan sentir escalofríos durante la lectura. Como bonus track me gustaría recomendar también Quédate este día y esta noche contigo, donde Belén Gopegui explora el futuro de la Inteligencia Artifical, la meritocracia y la filosofía


Mónica Zas: El ferrocarril subterráneo, de Colson Whitehead (Literatura Random House)

Colson Whitehead leyó muchos testimonios de esclavos de plantaciones para dar forma a su The Underground Railroad, pero lo que le destrozó de verdad fue la película 12 años de esclavitud. Su protagonista, Cora, es una chica de quince años que escapa de los trabajos forzados a través de una red subterránea de trenes y vías.

El jurado del Pulitzer comparó esta obra con Cien años de soledad y con El diario de Anna Frank por la crudeza de las palabras de esta adolescente.

Me parece una lectura no solo original y fácil de devorar, sino necesaria para recordar cómo las artes se revelaron de forma sutil ante la elección del presidente Trump. Todos los premiados en la sección cultural de los Pulitzer se atrevieron a clamar contra la desmemoria de la historia negra de Estados Unidos y, ¿quienes seríamos nosotros si no lo reconocemos doce meses después?


Moha Gerehou: La libertad es una batalla constante, de Angela Davis (Capitán Swing)

Una de las características que define y une a los grandes pensadores de la Historia es la capacidad para ir por delante de la sociedad, alcanzar 20 años antes las conclusiones que el resto tardamos en obtener. Y en ese grupo selecto Angela Davis ocupa una plaza de oro.

Ya fue pionera en el libro Género, raza y clase donde sentó las bases teóricas de la interseccionalidad que hoy está en boca de todos y que se plantea como imprescindible. Ahora, en La libertad es una batalla constante, Davis profundiza en la necesidad de plantear un activismo que plante cara a todas las injusticias sociales: del feminismo al antirracismo, pasando por la lucha contra el cambio climático o la liberación de Palestina.

Esta recopilación de respuestas, ensayos y conferencias de Angela Davis siempre será una buena elección para regalar a quien busque crear un mundo sin injusticias. ¿Cómo no vamos a acertar así?


Francesc Miró: Este joven monstruo, de Charlie Fox (Alpha Decay)

Cualquier adolescente se ha sentido solo, se ha creído incomprendido o cargado de razón como si la edad que vive solo le hubiese tocado vivirla a él. Bien lo sabe Charlie Fox, joven periodista cultural británico que decidió investigar la adolescencia de grandes talentos del arte para descubrir que ellos también vivieron con pavor su camino hacia la edad adulta.

Buster Keaton era un joven triste y maltratado que encontró en el cine su salvación, Harmony Korine tenía gustos extraños que nunca superó, Diane Arbus se veía a sí misma como un monstruo consumido por el incesto y Klaus Kinski tuvo que crearse una personalidad arrogante para esconder sus miedos. Porque nunca ha sido fácil ser joven y, sin embargo, durante sus abriles algunas de las miradas artísticas más importantes del siglo XX conformaron su personalidad.

Charlie Fox arroja luz no sólo sobre una etapa vital, sentimiento universal de confusión, también sobre cómo el arte, en sus más variadas pieles, puede cambiarnos la vida. Amén de ofrecer una desprejuiciada visión de cómo enfrentamos a nuestros referentes, por qué los necesitamos y con qué tuvieron que romper ellas y ellos para ser lo que fueron. Porque siendo adolescente, siempre habrá algo que romper.


Francesc Miró: Querida Ijeawele, o cómo educar en el feminismo, de Chimamanda Ngozi Adichie (Literatura Random House)

Hace ya años que deberíamos seguir la pista a Chimamanda Ngozi Adichie, pero si queríamos una excusa, solo apuntar que Random ha reeditado algunas de sus mejores novelas como Americanah o Medio sol amarillo en sendas ediciones revisadas y bien cuidadas. Sea como fuere, este año también ha llegado a nuestras librerías un libro diminuto que podría pasar fácilmente desapercibido entre novelones y ganadores de planetas, pero que resulta de lo más revelador.

Se trata de una carta que la autora nigeriana dedicó a una mujer que acababa de dar a luz, no más larga que su magnífico manifiesto Todos deberíamos ser feministas, pero con algo que le faltaba aquél: más allá de mirar al aquí y ahora, nos habla de un futuro que sólo será prometedor si es comprometido.

Ngozi Adichie carga cada palabra de una emoción controlada no exenta de responsabilidad, para hablar de cómo construir la sociedad que queremos. Sin dejar de lado su tono didáctico y su prosa absolutamente ágil, a este título le bastan quince consejos para hacernos reflexionar durante un buen rato.


Belén Remacha: Qué vas a hacer con el resto de tu vida, de Laura Ferrero (Alfaguara)

Elijo la segunda obra de Laura Ferrero, una novela impresionantemente documentada que enganchará a todo aquel que alguna vez se haya hecho preguntas frente a un mapa, que haya sido un niño o niña con miedo a vivir en El Show de Truman, o simplemente que haya estado un poco perdido.

Ferrero escribe como quien respira sobre cosas importantes: el exilio, las islas, los faros, la familia, el amor, la literatura o las ballenas.

También, si eres mujer, estás leyendo este artículo y por tanto usas en Internet, recomiendo como método de autodefensa y empoderamiento De esto no se habla: sexo mentiras y revolución, de Laurie Penny. Y como ejercicio de justicia con la genealogía feminista, El libro de Gloria Fuertes, cuyo interés y preciosa edición de Blackie Books justifican el hype y la insistencia.


Rubén Lardín: La mort i la primavera, de Mercè Rodoreda (Club Editor)

En un catalán entero y flotante, la autora de La plaça del diamant inventa un ecosistema rural y detalla paisajes y tradiciones, siniestras glicinias, hombres sin rostro, mujeres que comen abejas y comunidades que toman el cerebro de sus caballos mezclado con miel. Ah, pero solo una cucharada, porque si tomas dos se dice que puedes volverte loco.

La novela inacabada de Mercè Rodoreda es un relato tectónico e indagatorio decidido a marcharse de la realidad para desde el exilio (en el exilio se escribió) volver a codificarla. El resultado es una obra bárbara y poética, es decir simbolista, que la escritora no pudo terminar tal vez por exceso de celo, y que años después Núria Folch, viuda de Joan Sales, reconstruyó y puso en orden según su –buen- entendimiento. Recién reeditada este invierno, vuelve a ser un gozo y una eclosión abandonarse a su lectura.


Mina López: Tiene que ser aquí, de Maggie O'Farrell (Libros del Asteroide)

Sería injusto que la novela de Maggie O’Farrell (traducida al castellano por Concha Cardeñoso) no saliese reseñada en alguna de las listas de "lo mejor del año" inevitables en estas fechas. Pero también probable, ya que la trama que la estructura no se presenta muy excitante: matrimonio feliz que ve como su relación se tambalea al aparecer una persona del pasado. Vaya novedad.

Sin embargo, la escritora esquiva con pericia los peligros de los clichés y construye una historia llena de matices, con personajes complicados (y en ocasiones muy irritantes), saltos en el tiempo y escenas inesperadas. Pero, sobre todo, es una de las narraciones más emotivas -que no emplagosas- de las publicadas en los últimos 12 meses. En realidad, más que para la autora, la injusticia la sufriría quien la deje pasar.


'La vegetariana', una 'Metamorfosis' femenina, sangrienta y desnutrida

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"El libro me interesó porque no como carne". Ese es el primer error de los lectores y el mayor acierto comercial de la surcoreana Han Kang. Antes de hacerse con uno de los premios literarios más importantes del planeta, La vegetariana atrajo al público por su conciso y ambiguo título. La sorpresa no se hizo esperar y el último Man Booker Prize se desveló en las primeras páginas como un testimonio oscuro, que nada tiene que ver con odas a los nutrientes vegetales. 

Yeonghye, en palabras del cretino de su marido, no tiene, "ningún atractivo en especial ni defecto en particular". La protagonista de La vegetariana trata con sumisión y diligencia a su esposo, le prepara la cena cuando tiene hambre y abre obediente las piernas si llega ebrio a casa y con ganas de cama. No lo hace por estar profundamente enamorada, sino porque piensa -o eso cree él- que es su cometido marital. 

Una madrugada, de pronto, el marido la encuentra metiendo todos los manjares de la nevera en bolsas de basura: ternera para hacer shabu shabu, anguilas limpias y troceadas, calamares y empanadillas, todo. A partir de este momento, la creencia de Yeonghye se convierte en una afrenta feroz y en ocasiones sangrienta para sus familiares. Su decisión de no comer carne despierta unos instintos tan feroces entre los hombres que la rodean, que terminan convirtiendo la preocupación por su bienestar en puro ataque físico. 

Es ahí cuando nos damos cuenta de que la metamorfosis de Yeonghye no responde a preferencias vegetales o a instintos suicidas. La vegetariana no es un cambio en la dieta nutricional. La vegetariana es una mujer que se ha desligado de todo lo que implica el animal humano, su violencia, su canibalismo y su intolerancia, hasta convertirse en un ser enteramente vegetal. 

La vegetariana es una mujer que se ha desligado de la violencia humana, de su canibalismo y su intolerancia, hasta convertirse en un ser enteramente vegetal.

Nos reunimos con Han Kang en una librería del centro de Madrid. Su libro llega a nuestro país de la mano de la editorial :Rata_ y casi diez años después de ser editado en Corea del Sur. La escritora habla en susurros que se escapan por las estanterías y mueve con delicadeza las manos, las mismas que teclearon sin florituras los sueños sangrientos de Yeonghye, los fantásticos pasajes eróticos o una descarnada indiferencia por la muerte. 

Han Kang ha sido la primera sorprendida con la resurrección de su novela. En 2007 apenas tuvo recepción y muchos de los que la leyeron la reseñaron con dureza por las emociones desagradables que despierta. "Hubo lectores que me dijeron abiertamente que el libro era demasiado perturbador, que les molestaba", confiesa la escritora. "A las mujeres, en cambio, les gustó aunque les impactase. Comprenden mejor los sentimientos de Yeonghye", remata. 

"No son antiheroínas"

Al igual que muchos yerran al confundir el título de La vegetariana con un alegato animalista, otros lo hacen con la personalidad de la protagonista. Yeonghye ha sido catalogada como antiheroína por sus rarezas entre casi todos los críticos literarios.

Obstinada en su decisión de no comer carne y, más tarde, en la de no probar bocado en absoluto, la joven protagonista ha visto reducida su lucha a un trastorno alimenticio y a un problema psiquiátrico.  

"Lo interesante es que muchos la ven muy débil, pero yo la escribí como una mujer fuerte y valiente", explica su creadora.

Los que la comprenden mejor han comparado a La vegetariana con La metamorfosis de Kafka, porque el sueño de Yeonghye es abandonar su cuerpo humano y todas las flaquezas que pervierten a nuestra especie. "El epicentro de la novela no es el vegetarianismo, es una vía para conseguir un fin, que también pasa después por no comer vegetales, pues es otra forma de atacar a las plantas", resume Han Kang.

¿Qué conduce a la protagonista a tan drástica decisión? Los sueños, dice Yeonghye ante el escrutinio de una sociedad que todavía mira con condescendencia a los que no comen carne. Cada noche es una pesadilla donde desfilan cadáveres, ríos de sangre, barbacoas y seres que le atraviesan los intestinos a dentelladas. 

Me llenó la nariz el olor a perro que las semillas de perilla no lograban tapar. Recuerdo sus ojos reflejándose en la sopa, los ojos con los que me miraba cuando vomitaba sangre con espuma.

La novelista admite que tuvo que recurrir a estas quimeras, que rozan el gore, para ayudar al público a empatizar con su complicada protagonista. "Ella necesitaba, ya que no tiene voz, mostrar qué era eso tan doloroso que le llevó a tomar una decisión tan drástica", confiesa. Las pesadillas son una mirada brutal en primera persona hacia la carne, pero también a sus instintos asesinos y el deseo de soledad.

Durante la vigilia, me entran ganas de matar a las palomas que caminan delante de mí, tengo ganas de retorcerle el cuello al gato del vecino. Si pudiera dormir...si pudiera dejar de estar consciente aunque sea una hora.

Estar dormida implica luchar contra su siniestro subconsciente, pero abrir los ojos le enfrenta a un combate más agotador con la sociedad. Las mujeres miran con pena su cuerpo escuálido, cada vez más desnutrido, pero los hombres deciden actuar directamente con su físico. Ya sea para forzarla a comer a bofetadas o para reducirla a un objeto etéreo y sexual. 

"La intención no era hacer un catálogo de las violencias que hay en la sociedad. Me enfoqué en la sensibilidad de la protagonista y todo lo que a ella le aberraba en el ser humano, como esos encuentros sexuales forzados", explica Han Kang. La escritora se refiere a dos momentos en los que trata un tabú poco frecuente en la literatura: la violación dentro del matrimonio. El primero muestra al marido borracho forzando a una inerte Yeonghye y, el segundo, a su cuñado violando a su hermana, bañada en lágrimas, porque no puede contener el deseo hacia otra mujer.

Hace unos meses hablábamos de Hanya Yanagihara, autora del líder de ventas Tan poca vida, como una de las voces más perturbadoras de la actualidad. Una prosa que camina de la mano con la de la surcoreana Han Kang. La primera se enfrentó a un intento de censura en su propia editorial y la segunda fue relegada al ostracismo por un país entero, pero ambas salieron victoriosas y con varios millones de lectores (y dólares) que lo atestiguan.

Yanagihara y Han Kang nos dieron una lección que no conviene olvidar en los tiempos que corren: "Las escritoras deben pelear con uñas y dientes por su obra de arte y aprender a no hacer ninguna concesión". Dos mujeres que fueron criticadas por incómodas y por una literatura "poco femenina", y que se han convertido en una presencia obligatoria en la estantería de cualquier bibliófilo. 

Razones para descubrir la literatura de Han Kang si todavía no lo has hecho

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Cuando en 2015 y gracias a un Nobel de Literatura -ahí es nada-, en nuestro país de redescubrió la voz narrativa de Svetlana Alexievich, muchos nos reconciliamos con la literatura de no ficción de corte histórico, olvidando aquello que nos había alejado del género -exceso de intelectualismo tendencioso-. Puede que fuese porque de pronto nos descubrirnos con la piel de gallina observando las atrocidades que el ser humano es capaz de perpetrar y perpetrarse. Descubriéndonos, en nuestro papel de meros lectores, como responsables y pequeños garantes individuales de una memoria colectiva que iba mucho más allá de nosotros mismos y los acontecimientos de nuestras fronteras cercanas.

Ella misma decía en Voces de Chernóbil, que durante la escritura de aquel libro a lo largo de veinte años, muchas veces pensó en dejarlo. Sin embargo, la urgencia y la voluntad de las personas con las que hablaba la volvía a poner de pie. "Estas personas buscaban respuestas. A menudo tenían prisa, temían no llegar a tiempo, y yo aún no sabía que el precio de su testimonio era la vida. «Apunte usted —me decían—. No hemos comprendido todo lo que hemos visto, pero que queden nuestras palabras. Alguien las leerá y entenderá. Más tarde. Después de nosotros»", escribía.

Después de que las víctimas, los oprimidos y los masacrados mueran. Después de que sus recuerdos formen parte del pasado, queda lo que está escrito y lo que nos contamos unos a otros. Aunque a menudo lo escrito no es lo acontecido, pues toda historia que no escriban los olvidados, la escribirán contra ellos. Algo que nos vuelve a recordar la escritora Han Kang en su nuevo libro, sin un Nobel bajo el brazo pero con la pluma igual de afilada.

Tras el éxito de La Vegetariana, la editorial independiente :Rata_ publica Actos Humanos. Esta vez, Kang recuerda la masacre de Gwangju, levantamiento popular sucedido en 1980 contra la dictadura de Chun Doo-hwan. Revuelta que fue sofocada brutalmente por el ejército surcoreano causando, según fuentes oficiales, 144 muertos y 400 heridos y según fuentes internacionales no provenientes del Gobierno, entre 1.000 y 2.000 víctimas mortales. Actos humanos vuelve a poner sobre la mesa el increíble y valiente talento de Han Kang y nosotros volvemos a reivindicarlo.

Porque leer y recordar son actos humanos

Antes de la dictadura militar de Chun Doo-hwan, Corea del Sur tuvo otro dictador: Park Chung-hee. Este había tomado el control de la nación tras un golpe de Estado en 1962. Una noche, discutiendo sobre cómo acabar con unas revueltas a favor de la democracia que habían estallado en las provincias de Busan y Masan, el director de la Agencia Central de Inteligencia Coreana le disparó en el pecho y luego en la sien.

Chun Doo-hwan, militar que había medrado en el ejército tras haber apoyado aquel golpe de Estado, le tomó el relevo. Él fue el responsable de destruir el escenario que planteaba el acercamiento hacia una democracia institucional, al disolver la Asamblea Nacional en 1980 y presentarse a las elecciones presidenciales como candidato único. Ganó, obviamente.

A los pocos meses de su acceso al poder, el 18 de mayo de 1980, una protesta estudiantil en la Universidad de Chonnam, en Gwangju, despertó el temor del dictador ante un alzamiento mayor, que ordenó que fuera inmediatamente reprimida. Los boinas verdes tomaron la universidad, rodearon a los estudiantes, les dispararon y luego apalearon sus cadáveres. Aquello prendió la mecha de la ciudad que esa noche asaltó la comisaría de policía y se armó para plantar cara a la dictadura creando una milicia civil. Aquel día duró una semana y se saldó con las calles de la ciudad llenas de muertos.

Actos humanos nos recuerda esa historia pero no lo hace de la forma obvia: no pretende ser un retrato histórico. Su prosa se carga de poesía, de brutalidad y belleza obviando de forma consciente el tono periodístico que puede impregnar una narración de estas características.

Kang opta por acercarse desde la ficción, y desde unas voces narrativas que abrazan la fantasía, la introspección y la individualidad del dolor. La mirada de un adolescente que limpiaba los cadáveres de los fusilados, los dolorosos recuerdos de una madre que perdió a su hijo, la incapacidad de superar el trauma de una mujer violada durante las protestas, e incluso la de un alma incapaz de separarse del cuerpo al que pertenecía antes de que una bala se lo arrebatase.

Porque se aprende del dolor ajeno

Del dolor propio se aprende, aunque tropecemos dos y tres veces en la misma piedra. Pero del dolor ajeno también. Más si cabe.  Leyendo, Art Spiegelman, Fréderic Pajak, Joe Sacco o a Carlos Hernández de Miguel, recordamos cómo el corte del papel puede doler más que el de un cuchillo, porque hay lecturas que duelen. Y de las que podemos y debemos aprender. Han Kang lo asimiló hace tiempo.

Ella nació en Gwangju pero, escasos meses antes de la masacre, su familia se mudó a Seúl. Tenía doce años cuando descubrió lo que había pasado. Su padres, afectados por los acontecimientos que habían sufrido a sus vecinos, amigos y familiares, hablaban del tema siempre entre susurros. Lo hacían por educación pero también por alejar todo aquel dolor de sus hijos. Sin embargo, un día Kang escaló hasta la última estantería de la biblioteca de sus padres y sacó un libro que siempre se guardaba con el lomo hacia dentro. Era un álbum de fotografías de aquellos días que abrió por la última página. Vio la cara de una mujer a la que una bayoneta había abierto el cuello. Desde entonces, la violencia en todas sus formas fue una constante en su vida.

"La imagen se le metió en el pecho como un anzuelo en la boca de un pez", escribe Mar Abad, redactora jefe de Yorokobu que dedica un texto a la autora en la cuidada edición de Actos humanos. "En La vegetariana, vistió de mujer el interrogante de por qué existe la violencia. […] En Actos humanos, la crueldad es más punzante. Es una matanza planeada por criminales a sueldo y en horario laboral", escribe.

La habilidad de Kang para empatizar con el dolor ajeno, para sentir la violencia del sometimiento, y narrarlo de tal forma que lo sintamos nosotros, es absolutamente prodigiosa. Sin embargo, en su prosa la violencia no se vehicula de forma insistentemente desagradable. No encontramos en su descripción de los hecho una querencia por lo repulsivo, más bien una mirada quirúrgica que la sitúa a un paso del cadáver y la tortura. Actos humanos responde con total rotundidad a las preguntas que plantea en torno a la bajeza del ser humano, o su capacidad de resistencia y redención.

Su título ya nos advierte de las miras de su discurso. Nos interpela a través de distintas voces narradoras que a menudo hablan en segunda persona del singular, apelando al 'tú' lector. Nos habla de lo hacemos los seres humanos, lo que nos acerca o nos aleja de serlo.

Porque Han Kang es literatura de resistencia

La vegetariana ya era un canto feminista y anticapitalista sobre la violencia ejercida de forma sistemática contra el cuerpo, contra lo más íntimo de cada uno de nosotros. "La intención no era hacer un catálogo de las violencias que hay en la sociedad", decía la propia Han Kang en una entrevista en este mismo medio. "Me enfoqué en la sensibilidad de la protagonista y todo lo que a ella le aberraba en el ser humano", como los encuentros sexuales forzados que la protagonista sufría de su marido.

En ese sentido, Actos humanos se nos revela como un paso adelante lógico y natural en su discurso contra la violencia inherente al sistema. Esta vez, la autora amplía el foco a lo humano sin distinguirlo de su yo político en tanto que es un ser social. Nos habla de la falta de empatía y la incomprensión como ejes de la represión y la explotación.

"A lo largo de los siglos los escritores han dejado constancia de la resistencia de ejercida por los sectores más explotados de la sociedad", defiende el periodista y escritor Álvaro Colomer, que también participa con un texto en la edición de Actos humanos.

Germinal de Zola y los mineros franceses, Shirley de Charlotte Brontë y los obreros ingleses o Pastoral Americana, de Philip Roth y los disturbios raciales en la Norteamérica de los sesenta, "son ejemplo de  novelas que pusieron el foco de atención en las revueltas surgidas aquí y allá, y que sirvieron para conservar el recuerdo de los que lucharon por conseguir la libertad de hoy tenemos".

Como lo es Actos humanos. Como lo es la prosa de Han Kang. Por eso, se nos revela absolutamente desgarradora en su delicado canto por la rebelión: nos anima a resistir la tentación de odiar. Lo que vemos, lo que leemos y reconstruimos en nuestra imaginación, es siempre lo más terrible. Pero dejarnos llevar por el miedo es, en cierto sentido, dejarnos vencer. 

El bebé gorila rescatado del horror, elegida como mejor foto de naturaleza del año por el público

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Pinkin, un gorila de llanura, fue capturado y sacado de su hábitat con el objetivo de ser vendido como carne en el mercado negro. Sin embargo, fue rescatado por la organización Ape Action Africa antes de caer en el horror. La imagen que captura ese momento de liberación es la ganadora del Wildlife Photographer of the Year People's Choice, una categoría del concurso organizado por el Museo de Historia Natural de Londres sometida a votación del público.

La instantánea del primate fue elegida por unas 20.000 personas, alzándose como ganadora entre una lista de 24 fotos preseleccionadas por el museo británico. La responsable de capturar este instante es Jo-Anne McArthur, una fotógrafa y activista que lleva años documentando la realidad animal ocultada por la industria para "hacer visible lo invisible" en el proyecto We Animals.

Jo-Anne tomó la imagen galardonada mientras Pinkin estaba sedado para ser trasladado a un recinto seguro. De repente, el animal se despertó en mitad del camino y, contra todo pronóstico, mantuvo la calma durante un viaje lleno de baches mientras descansaba en los brazos de Appolinaire Ndohoudou, su salvador.

Él también fue obligado a abandonar su hogar y tuvo que huir de Chad por la guerra civil. Mientras reconstruye su vida en Camerún, Appolinaire trabaja para ayudar en la protección de los animales salvajes.

"Espero que la imagen que pueda inspirarnos a todos a preocuparnos un poco más por los animales. Ningún acto de compasión hacia ellos es demasiado pequeño", explicaba Jo-Anne. La fotógrafa, habituada a documentar el sufrimiento de los animales, en ocasiones también se topa con otras realidades menos trágicas. "A veces soy testigo de historias de rescate, esperanza y redención. Es el caso de la de Pikin y Appolinaire, un momento hermoso entre amigos", considera la activista.

Por su parte, el director del Museo de Historia Natural, Michael Dixon, alabó el reconocimiento por ser "un símbolo del poder de la humanidad para proteger las especies más vulnerables del mundo". Gracias a estas imágenes, según el responsable de la institución, podemos apreciar que "todos tenemos un papel que desempeñar sobre nuestro impacto en el mundo natural".

La fotografía de McArthur se exhibirá en la muestra Wildlife Photographer of the Year del museo británico, donde también podrá verse a la ganadora de esta edición: En homenaje a la especie, el cruel reflejo de hasta dónde puede llegar la cacería ilegal de rinocerontes negros.

Otras fotos finalistas

Además de la instantánea de Pinkin, el Museo de Historia Natural de Londres también ha reconocido las otras imágenes que más apoyo han tenido del público y que han quedado como finalistas.

Un mar de plástico: la historia tras la impactante portada de National Geographic

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"Ocho millones de toneladas de plástico acaban en el océano cada año. Y esto es solo la punta del iceberg…", es el subtítulo de la portada de National Geographic centrada en denunciar los peligros de un material que, según afirman en su página, empieza a biodegradarse a partir de 450 años. Ropa, botellas, anillas para latas… Son muchos los productos que atentan directamente contra la preservación de un planeta que lucha por no convertirse en un vertedero. Y, como reflejo de ello, la imagen con la que la revista abre su edición de junio: una enorme masa flotante que no es de hielo, sino de plástico.

El diseñador mexicano Jorge Gamboa es el responsable de una portada viralizada a través de redes sociales, donde algunos usuarios la catalogan de "memorable" e "impresionante". También Vaughn Wallace, editor de la revista, considera que es una de esas imágenes que hacen historia. Sin embargo, no es la primera vez que se reconoce el potente mensaje de esta ilustración.

"La idea surgió por una asociación directa de elementos con los que he convivido a diario desde que estoy en la ciudad de Puebla (México)", explica a este periódico el autor del cartel. Posteriormente, transformó aquellos objetos cotidianos en una imagen cargada de significado con una metáfora sencilla pero directa: "la punta del iceberg". En este caso, de la contaminación.

El resultado final supuso unas seis horas de trabajo dedicadas a hacer fotografías, editarlas y lograr que aquel trozo de plástico pareciera un gran bloque de hielo. "Era necesario que el resultado final de la bolsa tuviera una punta para así asociar las formas de manera más directa y comprensible", sostiene Gamboa, quien añade que para conseguirlo solo necesitó dos cosas: "Una cámara fotográfica y edición digital". Pero también una tercera, quizá la más importante: la idea.

Con esa misma idea, el diseñador decidió participar en la Bienal del Cartel de Bolivia (BICeBé) de 2017, edición en la que recibieron más de 6.300 obras de 71 países del mundo. "Las evaluaciones analizan cada pieza por la claridad del mensaje, un buen cartel debe comunicar inequívocamente su propósito", explica la coordinadora general del evento, Susana Machicao, a eldiario.es. Todo ello, unido al uso de la fuerza visual y semántica del lenguaje, convirtieron a la obra de Gamboa en ganadora de su categoría, la de mejor cartel político o social.

Una vez publicada la obra, al buzón electrónico del BICeBé llegaron cientos de mensajes pidiendo permiso para utilizarla en eventos o para hacer camisetas. "En 10 años de bienal ningún póster obtuvo la misma reacción", aclaran desde la organización. Ya imaginaban que podía tener cierta repercusión, pero la respuesta superó toda expectativa. Según detalla Machicao, "al ser Jorge una persona muy reservada y alejada de las redes sociales", fueron ellos quienes gestionaron toda aquella avalancha de peticiones "hasta establecer una confianza".

Desde entonces, como el BiCeBé publica en Facebook, una decena de espacios comerciales y privados compraron o requirieron el cartel. Por ejemplo, la ONU Medio Ambiente en Brasil o Greenpeace España, entre otros. "De ninguna manera este tema se ha manejado de manera comercial, y los espacios que han pedido el uso han sido en su mayoría publicaciones medioambientales", apunta Machicao. Continúa diciendo que, en algunos casos, "Jorge ha cedido los derechos sin coste alguno", y que las dos únicas participaciones comerciales destacables son de Hugo Boss Alemania "que usará la imagen para su colección de camisetas de verano" y National Geographic, que "además hicieron un breve contrato".

A pesar de ello, Gamboa matiza que en alguna ocasión ha rechazado posibles compradores o colaboradores "por cuestiones que desviaban la causa y el propósito de la imagen". Lo que el diseñador busca, según detalla, es que "la imagen pueda llegar a diversos espectadores" para que así "genere un poco de conciencia sobre lo que está pasando con la industria del plástico". Porque, al final, como el experto añade, "su problemática y solución también depende de cada uno de nosotros".

Sin lugar para las 330 millones de toneladas 

La portada se ha convertido en símbolo de conciencia medioambiental y, entre otras cosas, ha animado al National Geographic a eliminar el plástico de las publicaciones que llegan a sus suscriptores. Es solo un pequeño cambio que, como señalan en su web, "ahorrará al medio ambiente miles de bolsas no reutilizables". No es suficiente, pero como apunta la directora editorial de Estados Unidos, Susan Goldberg, "es un ejemplo de esas simples medidas que empresas, Gobiernos y los ciudadanos podemos adoptar para garantizar un mundo menos contaminado".

Como decía John Vidal, exjefe de la sección de Medio Ambiente de The Guardian,  "el plástico está en lo que comemos, bebemos y en el aire que respiramos y representa una amenaza cada vez más importante para la salud humana". Y, como dato, el especialista medioambiental apunta que "en los años 50 el mundo producía dos millones de toneladas de plástico al año. Ahora son 330 millones de toneladas".

A través de diferentes reportajes, la revista aborda los problemas derivados de los 5.700 millones de toneladas de residuos plásticos que no pasan por una planta de reciclaje. Y aunque la portada de Gamboa refleja todo esto en forma de metáfora, las imágenes más crudas se encuentran en el interior. Un caballito de mar agarrado a un bastocillo, una tortuga atrapada por unas redes, un león marino que ha ingerido un señuelo de pesca... Parece fauna y flora de un mundo posapocalíptico, pero es el presente. 

Después de la enorme repercusión, ¿ha cambiado esta imagen la vida de Gamboa? El autor cree que es una pregunta bastante complicada de responder, al menos por ahora. Aun así, reconoce haber tenido varias "propuestas para realizar proyectos" y peticiones de personas interesadas "en cómo se realizó la toma fotográfica". Asimismo, como estancarse en un solo diseño podría ser un error, el artista visual considera que necesita ponerse "nuevos retos".

Por su parte, la coordinadora general del BICeBé señala que "la maravillosa reacción de la gente" se alinea con el objetivo principal de la organización, que no es otro que poner a los artistas latinoamericanos en la mira del mundo. "Este mes de junio, un diseñador mexicano invadirá el mundo con una portada que desde hace un poco más un año ha dado que hablar en redes sociales. Alegría hay de sobra", agrega. Pero, a pesar de todo ¿es posible soñar un planeta sin plástico? "Sí, creo que, con el apoyo de la industria, la información y la voluntad puede ser posible", responde Gamboa.

Divas del pop, reivindicación o petardeo: ¿existe el perfecto himno LGTBI?

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La canción The Origin of Love, del musical de Broadway Hedwig and the Angry Inch habla de que, hace eones, las personas estaban formadas por dos cuerpos unidos por la espalda. Los hombre con hombre provenían del sol, las mujer con mujer venían de la tierra y los hombre con mujer de la luna. Hasta que un día, los dioses los partieron por la mitad y avisaron de que "si no nos comportábamos nos cortarían otra vez". 

El tema cantado por una drag queen tomó como base un mito griego y lo convirtió en un canto a la libertad sexual y en uno de los himnos LGTBI más sonados en las fiestas del Orgullo. Hay pocas dudas respecto a la presencia de Hedwig en las playlist de esta celebración, pero no todas despiertan el mismo consenso. La razón evidente es que la comunidad LGTBI es tan variada como cada una de las personas que la conforman y lo mismo ocurre con sus gustos musicales.

Aún así, toda fiesta orgullosa que se precie tiene entre sus canciones de cabecera A quién le importa, I will survive, YMCA o Todos me miran. Es un acuerdo tácito entre las nuevas generaciones para respetar las melodías que inspiraron la lucha de sus mayores. Pero, ¿qué convierte a una canción en un himno queer y a su cantante en un icono? En el repertorio de este año, por ejemplo, hay divas del pop, clásicos de la reivindicación, música urbana y petardeo puro y duro.

"Creo que el perfecto himno LGTBI debe representar a todo el colectivo sin excluir a nadie. La imagen del Orgullo se suele relacionar siempre con hombres musculados y sin camiseta, apenas se ven mujeres, lesbianas o transexuales", explica Gaspar Blaya, programador del escenario de la Puerta del Sol de Madrid, a eldiario.es. Siguiendo el mantra de la diversidad, Blaya ha creado una amalgama formada por tres drags, un trapero gay, dancehall heterosexual, Putochinomaricón y Leslie Betsie, entre otros. 

Asegura que siempre reivindica la presencia femenina, un compromiso al que se ha sumado la capital como refleja su paritario cartel. Entre estas mujeres se encuentran Las Chillers, un grupo underground que versiona a figuras tan dispares como Rocío Jurado, Mónica Naranjo o Laura Pausini. Pero al hablar de himnos gays o LGTBI, ellas dicen verse menos representadas. 

"El problema es que las lesbianas todavía no hemos llegado ahí porque seguimos luchando por ser mujeres. Siempre hemos tenido una doble lucha, primero tengo que luchar por mis derechos como mujer y después poder luchar por mis derechos como lesbiana visible", dice Rocío Saiz, vocalista de la formación. Sin embargo, "hay cánticos que se comparten, y eso es lo bonito". En su caso, "el himno más significativo fue All the things she said de Tatu, con aquél beso falso [ríe]".

"Los himnos nos conectan con nuestra parte más espiritual, tienen algo especial que nos hace volar y gritar las letras es mucho mejor que comerse una pastilla", asegura, por eso el hit de las rusas "nos representó a la perfección".

"Aun así, el mundo homosexual masculino nos ha ayudado mucho, la lucha feminista va muy ligada a la LGTBI, pero es importante darse cuenta de que todavía estamos a años luz de estar donde deberíamos estar", advierte la portavoz de Las Chillers, que cerrarán el escenario de la Plaza del Rey el próximo viernes. ¿Y por qué creen que su música representa el espíritu de este Orgullo? "Nosotras nunca nos hemos escondido. Creo que hemos sido el primer grupo de mujeres que ha colgado en redes fotos de las bodas de nuestras guitarristas. Eso es lo bonito, que somos así", resume. 

Cuando Gaspar Blaya habla de diversidad, no se refiere solo al género femenino sino a la pluralidad sexual, pues lo primero está representado por la figura de la diva pop, de sobra encarnada en los actos de reivindicación LGTBI.

La "obsesión por la diva" heterosexual

El psicólogo gay Boby Andika dio una explicación brillante para el estereotipo de la obsesión por la diva. "Estas mujeres inspiran, dan fuerza, actúan como modelos a seguir y simplemente hacen sonreír mientras afrontas tribulaciones y dificultades personales", escribe en una columna.

Cher, Madonna, Beyoncé, Liza Minnelli, Lady Gaga o Gloria Gaynor han sido abrazadas por gran parte de la comunidad gay como referentes porque "han reconocido abiertamente su base de admiradores gays" y "por haber canalizado su dolor, su sufrimiento y sus vulnerabilidades a través de la música", dice Andika.

Enrique F. Aparicio, periodista y más conocido como Esnorquel Dj, suscribe a Andika y comparte sus razones. "Cuando tienes seis años, sobre todo en mi generación y las anteriores que no teníamos Internet, lo que te llegan son los referentes de masas. O quieres ser el futbolista de turno o quieres ser Beyoncé. Una mujer fuerte, poderosa, que hace lo suyo y lo hace bien. La gente la admira y está bien que tú, como hombre, también la admires", explica este melómano.

En su caso, criado en un pueblo de Albacete de 2.000 habitantes, Alaska era el rol por excelencia como jurado en Menudas estrellas. "Una mujer que se ponía el pelo como quería, que hablaba como quería y estaba tatuada. Como la hemos tenido siempre, no reconocemos del todo su enorme huella en muchos de nosotros", advierte. ¿Y por qué no ha ocurrido con otro tipo de masculinidades como la de Tino Casal?

"Es más fácil que una mujer sea mainstream, porque desgraciadamente las mujeres en el sistema cisheteropatriarcal juegan con la baza de ser sujetos deseables por el público masculino. En el caso de Alaska, que sea aliada LGTB o medio mariquita o que tenga muchos amigos mariquitas no deja de ser un toque de color para venderla. Mientras que si eres maricón, tienes que compensar. Tienes que ser un maricón muy bueno en lo tuyo para que un hombre hetero te pueda escuchar", asevera Enrique. 

Haciendo referencia al mercado pop imperialista del que hablan los Pet Shop Boys, asegura que "poner a una mujer es más fácil que poner a un maricón, poner a un maricón es más fácil que poner a una lesbiana y poner a una lesbiana es más fácil que poner a una mujer trans. El patriarcado funciona a todos los niveles. Las compañías, si no lo tienen categorizado en un esquema, lo saben bien".

En cuanto al himno generalizado, Aparicio piensa que "la comunidad LGTBI es muy diversa y ponernos a todos de acuerdo es muy difícil. Por eso ha de ser una canción pop perfecta para que nos guste. Es una fórmula casi matemática".

El Dj piensa que la música es, junto a la bandera, parte de un imaginario heredado, por eso "A quien le importa no es una canción que me represente porque es hija de su tiempo, como es lógico". En cambio, afirma que Baloncesto de La Prohibida se ha convertido en un canto espontáneo de esta generación de hombres gays y que "todos la berrean casi de forma telequinética" en las discotecas.

La magia del petardeo "antipostureo"

Casi de la mano de la figura la diva perfecta y heterosexual, aparecen las albaceas del llamado petardeo. Leticia Sabater, Rebeca, Las Bistecs y La Veneno son acogidas con regocijo entre la comunidad LGTBI mientras que la mayoría de la sociedad las repudia. 

"Representan la fiesta y la libertad. En el Orgullo no hay barreras ni restricciones, todo es arte y todo vale. Nadie te va a juzgar hagas lo que hagas, que creo que no pasa en el mundo heterosexual relacionado con la música. Ahí tienes que 'cumplir' ciertos cánones sociales establecidos, mientras que en el mundo LGTB cuanto mas fresco, diferente y original, mejor", razona Rocío, de Las Chillers. 

Gaspar piensa que "representan la naturalidad en un mundo de postureo, y eso es lo que la sociedad necesita. Igual que escuchas a los Artic Monkeys y Amy Winehouse, puedes escuchar Las Bistecs y Ojete Calor", asegura en contra del elitismo que planea sobre una música creada para disfrutar.

Un testigo que recoge Enrique F. Aparicio, y que extiende a todas las grandes divas que, pasado su momento de gloria, se atreven a volver a subir a un escenario. "Si te fijas en las fiestas grandes, además de Barei, Ruth Lorenzo o Conchita Wrust, están también Betty Misiego, Masiel, Anabel Conde y una serie de personas que trabajan solo en el Orgullo. Las Baccara tuvieron éxitos mundiales masivos en el 71 y solo se las reivindica en estos foros", asegura.

"Creo que en el petardeo entra en juego nuestra infancia o adolescencia, cosas que nos encantaban y pensábamos que no podíamos compartir. Con estas canciones, estilos o figuras existe un espejo. Somos una comunidad que nos hemos construido a base de destruir prejuicios en los demás y en nosotros mismos", dice el músico, para concluir confesando que "yo no creo en los placeres culpables. Lo que me gusta, me gusta, y el petardeo me encanta".

George Clooney sufre un accidente de moto en Cerdeña

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El actor estadounidense George Clooney ha sufrido un accidente de tráfico en la isla  italiana de Cerdeña, lugar en el que se encontraba para grabar la nueva serie Catch-22. Según informa el canal local Tgr Rai Sardegna, el impacto se produjo mientras iba en moto por la Costa Corallina cuando de repente chocó con un coche.

Posteriormente, el intérprete de 57 años fue trasladado al hospital de Cerdeña Juan Pablo II donde, según un periodista de NBC News, ya habría sido dado de alta. En un tuit posterior, el mismo experto explica que el incidente sucedió a las 8 de la mañana y que ha sido el conductor del coche quien no ha respetado un ceda el paso, siendo este mismo el que tras los hechos acabó llamando a la ambulancia. 

Las condiciones de la estrella de Hollywood continúan siendo confidenciales, pero el medio italiano Corriere señala que no serían graves y que solo existe la sospecha de que tenga un pequeño traumatismo en la pelvis. 

No es la primera vez que el actor de Up in the Air sufre un accidente en moto. Como recoge Vanitatis, tuvo otro percance similar en 2007 cuando iba con Sarah Larson en el que este se fracturó una costilla y ella se torció el tobillo. "Es mi medio de transporte. Llevo montando desde hace 30 años y he tenido tres accidentes, lo que no está nada mal. Seguiré montando", afirmó Clooney entonces. Ahora debe sumar otro más a la ya larga lista de contratiempos sobre dos ruedas. 

Amy Schumer rompe el tabú de las payasas tristes

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"En la vida o eres el payaso tonto o el triste, no hay más", dijo el director de Balada triste de trompeta. Los dos ejemplos de Álex de la Iglesia parecen estar condenados a hacer reír con su desgracia, ya sea como espectáculo o como terapia. Este puente entre la chispa del humor y la depresión fue bautizado por los psiquiatras como el síndrome del payaso triste. Cuando el famoso mantra de "reírse de la propia desgracia" se lleva al máximo exponente, puede esconder trastornos inimaginables para el que aplaude desde la grada.

La historia está plagada de ejemplos que sorprendieron al público con una mezcla de pena y desconcierto. ¿Cómo puede ser depresivo alguien que vive de hacer felices a los demás? Esta pregunta se repitió una y otra vez tras el suicidio de Robin Williams hace exactamente dos veranos. Su pasado tormentoso unido a las adicciones le persiguió durante toda su vida, hasta que encontró en la comedia un antídoto para esas sombras pretéritas. Pero, como en su caso, el humor fue solo un remedio temporal también para Freddie Prinze o Charles Rocket, de Saturday Night Live.

Estas sonrisas eternas se convertían en su némesis cuando bajaban de las tablas. Los chistes infantiles daban paso a las noches de excesos y el optimismo se apagaba con el último foco del escenario. Más famosos fueron los casos de John Belushi y Lenny Bruce, cuyo humor era el reflejo de la rabia y el descaro de su día a día. O Richard Pryor, que se prendió fuego mientras fumaba cocaína y bebía alcohol. Dos años después convirtió el suceso en un monólogo diciendo que había estallado al mojar una galletita en un vaso de leche pasteurizada.

“Para hacer reír de verdad tienes que ser capaz de coger tu dolor y jugar con él”, dijo en una ocasión Charles Chaplin. Esta fragilidad del humorista es la espina central del documental Misery Loves Comedy.  En el proyecto de Kevin Pollack, los 50 cómicos modernos más influyentes hablan de su profesión unida a una historia de fondo trágica e incómoda. El problema es que solo aparecen los testimonios de cinco mujeres en todo el metraje. Una de ellas es Amy Schumer, que no ha tenido problemas en confesar sus dramas familiares y un pasado de violencia machista.

Graciosas y torturadas

Las mujeres siguen peleando una posición central en los escenarios y no como elemento decorativo al lado del cómico de turno. Cuando parecía que Tina Fey, Amy Poehler, Malena Pichot o Ellen Degeneres habían allanado el camino para las demás, llegó Michael Eisner. El exconsejero delegado de Disney le decía el año pasado a la actriz Goldie Hawn que "el artista más difícil de encontrar es una mujer hermosa y divertida".

Eisner recogía el testigo de Christopher Hitchens y su incendiario artículo en el que equiparaba el humor del hombre con la belleza de la mujer. "Ellas no tienen una necesidad correspondiente de caerles en gracia a los hombres. Ya son de por sí atractivas para los hombres", escribía en Por qué las mujeres no son graciosas, de Vanity Fair. Además de una salida del tiesto, estas declaraciones perpetúan la crítica a las mujeres, cómicas o no, por su aspecto físico y no por su talento.

En tal atmósfera, no es de extrañar que el perfil común de las nuevas cómicas sea el de feroz e impasible ante los reproches. Parecería que admitir una flaqueza pudiese desacreditar su estatus en el sector. Pero igual que ellos, a veces ellas también son payasas tristes. Y por eso las memorias recién estrenadas de Amy Schumer son una adictiva mezcla de humor guerrero y pasajes oscuros.

The Girl with the Lower Back Tattoo es un deliberado homenaje a la heroína ficticia del nuevo feminismo, Lisbeth Salander. Como ella, la Schumer adulta también se ha construido sobre varios episodios de abusos y violencia que han pillado por sorpresa a los críticos.

La actriz ya había hablado en alguna ocasión de su familia, las infidelidades constantes en su casa y la esclerosis múltiple de su padre. Lo que había mantenido en secreto es que perdió la virginidad sin consentimiento y que, a los 20 años, tuvo una relación traumática a nivel físico y psicológico.

El pasaje dedicado a su exnovio Dan es una llamada de atención para minimizar la tolerancia con el abuso machista. “Le pedí a gritos que parase, pero en vez de eso abrió un cajón de la cocina y sacó un cuchillo de carnicero", relata Schumer en el capítulo La peor noche de mi vida.

Esta honestidad ha tardado poco en pasarle factura. Hace unos días, un guionista de la serie Inside Amy Schumer y amigo de la cómica escribió un post en Facebook criticando la "cultura del victimismo". Schumer condenó en público inmediatamente a Kurt Metzger por mofarse de las víctimas de violaciones. Sin embargo, los detractores de la actriz encontraron la percha perfecta para arremeter contra estas partes de su autobiografía. 

El disfraz de payaso

Desde su primera aparición en pantalla, Amy Schumer ha sido víctima de una campaña exacerbada contra su físico. "Es muy graciosa, pero es imposible que sea el objeto de deseo de nadie en la vida real o en la ficción", escribía el crítico de cine Jeffrey Wells tras el estreno de Trainwreck. Estos insultos resultaron ser el material perfecto para abanderar un humor de denuncia centrado en sus supuestos defectos. Aunque frente a los micrófonos aparenta una actitud despreocupada, en sus memorias reconoce que ha estado realmente atormentada por su cuerpo. 

Sus novios también contribuyeron a minar su moral y, en consecuencia, Schumer admite haberse convertido en una persona extremadamente introvertida. "Cuando eres así, las personas son como vampiros de la energía. No los odias, pero debes tener una estrategia sobre cómo y cuándo exponerte a ellos", explica en el libro. 

No es la primera en reivindicar que por ser humorista no tienes "que estar a tope todo el rato". Pueden ser gente solitaria que solo gusta de un baño de multitudes cuando se viste el disfraz de payaso. Ahí está Lina Morgan, que confesó en varias entrevistas sentirse incómoda con la atención mediática. Sin embargo, la actriz no reconoció sus muchos pozos negros hasta bien entrada en años, cuando ya no tenía que fingir una sonrisa constante. 

Poco a poco otras cómicas fueron rompiendo el tabú de hablar de sus vidas privadas y desnudar su personalidad fuera del microscopio. Caitlin Moran, Lena Dunham y Tina Fey lanzaron sus autobiografías bajo un nuevo género llamado tits and wits, que se reía de las "cosas de chicas". No solo utilizaban los típicos chistes sobre cartucheras, el ligoteo a los cuarenta o los motes de sus amantes en la cama, también examinaban su lado más oscuro.

Moran habla de su infancia en una vivienda de protección oficial cochambrosa y de sus trastornos alimenticios. Dunham también contó varias anécdotas íntimas en Not that kind of girl que molestaron a buena parte de sus lectores. Pero, como escribió Tina Fey en sus memorias, "las humoristas no estamos aquí para agradar y para ser bonitas". Y una buena muestra de ello es la contestación de Joan Rivers, siempre incómoda y fantástica, a un oyente enfadado en un monólogo. "¡Déjame decirte de qué va esto de la comedia, gilipollas. La comedia está para hacer reír a la gente y hacer que podamos lidiar con nuestros traumas, idiota!".


El monólogo que sí pone límites al humor: "He basado mi carrera en burlarme de mí misma, se acabó"

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Como diría René Magritte, esto no es un monólogo. El show de Hannah Gadsby parece un monólogo y suena como un monólogo, pero es todo lo contrario a lo que los cómicos suelen hacer encima de un escenario. Nanette es una carta de renuncia y la revelación de que el humor no es una terapia infalible para superar los traumas, por mucho que se insista en lo contrario.

Gadsby no niega el poder terapéutico de la risa, tan solo desmiente que sirva en todos los casos y aún menos mediante el tipo de humor en el que ella se ha especializado: la auto humillación. Cuando el famoso mantra de "reírse de la propia desgracia" se lleva al máximo exponente, puede esconder trastornos inimaginables para que el que aplaude desde la grada.

"Pienso que debería retirarme de la comedia. En serio. Aunque probablemente este no sea el foro adecuado para semejante anuncio, ¿no?", suelta la australiana en su último stand-up. Hay una ley no escrita por la que los cómicos no deben generar tensión real en la platea si no es para consumarla con un chiste. Pues bien, Gadsby retuerce la tensión hasta que sus ojos se empapan en lágrimas y el público no tiene más remedio que llorar con ella.

"¿Entendéis lo que significa el autodesprecio cuando viene de alguien cuya existencia ya es de por sí marginal? No es humildad. Es humillación. Me menosprecio a mí misma para que me dejen hablar aquí. Y no lo voy a hacer más

Hannah nació en una aldea de Tasmania, una isla oceánica con demasiado odio en su interior en proporción a sus pequeñas dimensiones. Hasta 1997, la homosexualidad estuvo penada con la cárcel en esta región y el 70% de su población defendía que fuera juzgada como una actividad criminal más. Fue entonces cuando Gadsby descubrió que era lesbiana y homófoba, todo al mismo tiempo. "Ya era tarde, no basta con pulsar un botón y cambiar. Es más fácil odiarte a ti misma", confiesa en Nanette.

Cuando era joven, se refugió en la comedia para superar unos traumas que no terminaban de cicatrizar. Por ejemplo, su salida del armario. "Cuando las personas que te rodean, te quieren y te cuidan, también piensan que deberías estar entre rejas, es imposible crecer teniendo una pizca de amor propio", dice en su testimonio, y de pronto el silencio se cierne sobre la ópera de Sidney.

Descubrió que edulcorando su pasado y añadiéndole píldoras de ficción, hacía reír a la gente, así que optó por obviar las partes más dolorosas del relato por el beneficio de la comedia. "He basado mi carrera en burlarme de mí misma. Ese es el humor que me caracteriza. Y ya no quiero seguir haciéndolo. Se acabó", clama con furia.

"¿Entendéis lo que significa el autodesprecio cuando viene de alguien cuya existencia ya es de por sí marginal? No es humildad. Es humillación. Me menosprecio a mí misma para que me dejen hablar desde aquí. No me lo haré más ni a nadie que se identifique conmigo", continúa.

Gadsby ejemplifica esto a través la historieta que siempre cuenta para reírse de la homofobia y la ignorancia de quienes la critican. Con 20 años, estaba en una parada de autobús hablando con una chica cuando, de repente, apareció su novio y le gritó: "¡eh, tú maricón, apártate de ella!". Al darse cuenta de que no era un hombre, el crío se retiró arrepentido y juró que nunca le pegaría a una mujer. "¡Qué gran tipo!".

Ella lo cuenta con arte y esa sorna que le ha valido el reconocimiento entre lo más granado de la comedia estadounidense. Pero eso no fue lo que ocurrió en realidad: el chico se envalentonó, volvió y le pegó una paliza brutal sin que nadie se dignara a detenerlo. "No fue por un tema de homofobia, sino de género. Si hubiese sido una mujer femenina, no me habría pasado", relata.

Nanette tiene lo mejor de una confesión autobiográfica, la emoción y la sinceridad, y la distensión del monólogo puramente cómico, destinado al placer de los de abajo. Es una combinación hasta ahora nunca explorada porque parecía que el humorista se debía a su disfraz de payaso para facilitarle la vida a los demás. "No estoy dispuesta a liberaros más de esa tensión", asegura Gadsby, quien se culpa de no haber dado a su testimonio la relevancia que se merece.

"Con el monólogo de la salida del armario, lo que hice fue congelar una experiencia muy formativa en su punto traumático y encapsularla en chistes. Esa versión cómica se fusionó con mi recuerdo real de lo sucedido, pero desafortunadamente la versión no era lo suficientemente sofisticada como para ayudarme a reparar el daño que me hizo la realidad", cuenta con sinceridad. Con suma inteligencia, Gadsby hila el relato con la siguiente víctima de su humor mordaz y que ya nunca volverá a ser su propia persona: el hombre blanco heterosexual.

"No odio a los hombres, les temo"

¿Por qué machacarse a una misma pudiendo hacérselo a los que la han pisoteado durante toda su vida? Hannah Gadsby sufrió abusos sexuales siendo una niña, y se los perpetró un hombre. Recibió una paliza que casi la deja inconsciente, y se la dio un hombre. A los 20, fue raptada y violada en repetidas ocasiones, y esta vez no lo hizo uno, sino dos hombres. "No odio a los hombres, pero les tengo miedo", admite la mujer de cuarenta años que se sobrepuso a la violencia y a la depresión.

Pablo Picasso, Bill Cosby, Roman Polansky, Woody Allen, Harvey Weinstein, Gadsby crea un paredón con las figuras públicas menos populares del momento para dar una lección feminista, pero sobre todo de humanidad, sobre la corrupción del poder sobre el cuerpo de las mujeres. También hace humor cuando habla de todas las veces que ha sido confundida con un hombre heterosexual blanco y su vida ha sido mucho más sencilla. "Soy de lo mejor, persona de primera: hombre hetero y blanco. ¡Me van a dar un buen servicio sin ningún esfuerzo por mi parte!", ironiza. 

"Son solo bromas de vestuario, no os sintáis intimidados. ¿Sabéis por qué me encanta meterme con los hombres hetero blancos en mis bromas? Porque se lo toman bien. Solo me dicen que lo que me hace falta es una buena polla y comer un poco de su semen", dice haciendo un guiño al público.

Hannah Gadsby se ríe de los límites establecidos del humor, define el cubismo de Picasso como un "caleidoscopio de su propio pene" y habla de las enfermedades mentales sin filtros mentando a van Gogh e instando a la automedicación. Sin embargo, hay un límite que Gadsby no piensa cruzar, y es el del respeto a sí misma. Y gracias a eso, a Nanette y a su valentía, hoy el humor es un lugar un poco más puro e inteligente que ayer.

Raffaella Carrà, la diva que vota comunista

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Acaba de cumplir 75 años y su corona de reina de la escena no se ha movido ni un milímetro de la cima de su melena rubia platino. El nombre de Raffaella Carrà es sinónimo de diversión y exceso, de "¡qué fantástica esta fiesta!", pero su persona no sólo ha levantado admiración por su carrera profesional sino también por su energía y sus convicciones políticas.

En junio de 1977, la revista Interviú publicó en su número 55 una entrevista con Raffaella Carrà titulada con una cita de la artista: "Yo siempre voto comunista". Esa página escaneada circula todavía hoy por las redes sociales como un documento sorprendente y algo fetichista.

La italiana es el epítome de las divas y, en el imaginario colectivo, la izquierda ha sido más bien de vestir pana que lycra con lentejuelas.

La Carrà había llegado a España dos años antes, después de escandalizar al Papa con su canción Tuca Tuca y haber sido la primera en enseñar el ombligo en la televisión de su país.

Su primera aparición fue en el ¡Señoras y señores! de Valerio Lazarov -programa que ya llevaba el sello indiscutible del realizador rumano- y al ver el éxito que cosechó, los directivos de Televisión Española le dieron un especial de cuatro capítulos emitidos en marzo de 1976: La hora de Raffaella Carrà.

Famosa en Italia, América Latina y España, cuando volvió a la televisión española ya tenía a sus espaldas 21 discos grabados -en castellano e italiano- , diez películas y había sido presentadora de otros tantos programas en Italia, entre ellos Pronto, Raffaella? y Raffaella Carrà Show. Este último se emitió en la TV3, en versión original con subtítulos en catalán, gracias a un acuerdo con Silvio Berlusconi. Fueron siete programas de hora y media en los que se agruparon las mejores actuaciones del italiano y se añadieron algunas interpretaciones de artistas catalanes como Llorenç de Santamaria, Héctor Vila o María Jesús Vilarroya.

En 1992 TVE estrenó su programa ¡Hola Raffaella!, uno de los hitos de la historia del entretenimiento televisivo del país. Por su plató pasaron todo tipo de personalidades como Celia Cruz, Pedro Almodóvar, Mel Gibson, Marisa Paredes, Gina Lollobrigida, Santiago Carrillo o Alaska, a la que presentó como: "Una mujer de pelos largos y grandes ideas". Fueron grandes éxitos el juego Si fuera, en el que los invitados tenían que adivinar qué personaje era a través de preguntas o el concurso telefónico en el que la presentadora marcaba un número cualquiera de las Páginas Amarillas y si la persona que contestaba decía "¡Hola, Raffaella!" se llevaba dinero.

El arma principal de la italiana, además de su indiscutible talento para la música y el baile, ha sido siempre su espontaneidad. El escenario en el que se grababa el programa era como el salón de su casa, en donde se atrevía a reunir a los personajes más pintorescos y a hablar con ellos en un español sin complejos, no siempre acertado pero sí decidido. Hacía comentarios como "Estoy llamando a Valladolid, cuna del castellano" o "Mira, te he dado dinero y un conocimiento. Hoy vas a cenar más contenta" y luego colgaba el teléfono, como si nada.

Activismo en mono de lamé

La escritora y guionista Almudena Montero, trabajaba en la cadena en aquella época y el año pasado publicó un hilo en Twitter contando cómo era la artista trabajando que se hizo viral.

"Por los pasillos se hablaba de culos de tías, malversación de fondos y luego de penas de cárcel. Y en medio de todo ese horror catastrófico, aparecía Raffaella Carrà. Se te acercaba como no se te ha acercado en la vida un famoso, te bajaba la piel del ojo y te decía: "Estás anémica perdida". Te preguntaba por tus condiciones laborales, y cuando se las contabas, apagaba la luz del plató. (...) La tipa vivía permanentemente en un estado de excitación política de izquierdas, mientras dirigía departamentos enteros, vestida de lentejuelas rojas".

Por privado, Montero nos cuenta que: "Cuando ella entraba por la puerta, todo el mundo se callaba para escucharla a ella. No era solo una rubia con ropa ajustada y brillante. Era una mujer muy potente. Con mucha fuerza. Y eso se notaba estuviera donde estuviera". No trabajó en los mismos programas que ella pero "iba a verla en mis ratos libres, como hacíamos muchas otras. A admirarla, a escucharla, a ver cómo trabajaba".

Después de que este hilo se hiciera viral, la cantante se puso en contacto con la guionista. Entre otras cosas la animó a que luchara y le recordó que "yo voto comunista" es más que una frase: "Implica un modo de vida y una responsabilidad muy grande". 

A principios de los años 80, cuando todavía era impensable que el que una mujer ganase menos que un hombre fuese a suscitar cualquier atisbo de polémica, Raffaella Carrà no dudó en reclamar lo suyo en los tiempos de Pronto….Raffaella? La RAI, televisión pública italiana, la contrató por 600 millones de pesetas al año durante tres años para que no se fuese a Canale 5 con Berlusconi, pero también porque cuando se enteró de que había presentadores que cobraban más que ella mientras su programa le conseguía a la cadena diez millones de espectadores, pidió su parte. Y se la dieron.

Al respecto del tema, Montero también recuerda otra situación: "Un día pasaba yo por delante de la sala en la que ensayaban las bailarinas de un programa la coreografía. Yo estaba cotilleando desde la puerta y entró Raffaella. Estuvieron ensayando un buen rato, a mí me encantaba ver los ensayos. Entonces, tras una pausa de 5 minutos en los que ella desapareció, volvió hecha una fiera, reunió a todas las bailarinas, y se largó un discurso, que ahora entiendo feminista. Yo era una enana. Flipé. Decía cosas como 'los hombres son como los perros, que huelen el miedo', 'tenéis que protegeros…'".

Las letras de sus canciones tratan, de manera festiva y un tanto solapada, temas como la masturbación femenina o la homosexualidad. De hecho, ella es también un icono gay por excelencia. El porqué de su éxito entre el colectivo puede tener bastante que ver con las letras de canciones como Luca, todo un himno, aunque ella ha declarado que "En mi tumba dejaré escrito ¿Por qué le he gustado tanto a los gais?".

En 2017 la nombraron reina del World Pride en Madrid, en un acto en el que declaró que no entendía que todavía se tuviesen que reclamar los derechos de la comunidad LGTBI. Como explicó en una entrevista concedida poco después: "Al recibirlo dije: Viva esta semana con alegría, pero las luchas no han terminado. Todavía hay que 'hacer mucho fuego' para romper prejuicios. Tendremos éxito. Mi frase favorita dice: "Puedes quitar todas las flores, pero no puedes quitar la primavera'".

Marisol, la obrera de la cultura que vendió sus premios franquistas para ayudar al comunismo

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Resulta difícil escribir sobre Marisol (Málaga, 1948), el nombre artístico de Pepa Flores, sin caer en el formato propio de las revistas del corazón. Al fin y al cabo, la niña prodigio del cine de la época franquista atrajo al público tanto por su trabajo como por su vida personal. Protagonizó cientos de portadas desde su debut hasta su retirada de la vida pública con 37 años, decisión que también generó montones de titulares y programas especiales.

Lo fácil es encontrar un motivo para recuperar su figura. Sin ir más lejos, la efeméride de su 70 cumpleaños este 2018, aunque es mucho más interesante su aparición en el disco que el sello Ace Records! publicó el pasado enero.

Se trata del recopilatorio Beat Girls Español! 1960s She-Pop From Spain, que lleva como subtítulo: "El lado femenino del pop español, incluídos algunos ejemplos del Sonido Torrelaguna" (característico de los arreglos de las canciones del sello Hispavox, situado en la calle Torrelaguna, en la época de Rafael Trabucchelli como director. Es decir, lo ye-yé).

En el volumen aparecen artistas como Concha Velasco, Rocío Dúrcal, Sonia (con una histórica versión en castellano del Get Out Of My Cloud de The Rolling Stones) y, por supuesto, Marisol.

Sus dos canciones poco tienen que ver con la niña rubia de Ha llegado un ángel y mucho con la artista adulta que llegó a ser: la archifamosa Corazón Contento y una versión desenfrenada de La Tarara, que interpreta en su película Las cuatro bodas de Marisol. La escena en la que la representa poco tiene que envidiar al mejor Tarantino.

Instrumento del franquismo

Es el primer filme -el sexto de su filmografía- en el que se escucha su singular voz ronca y su imagen empieza a corresponderse con la de la joven de 20 años que es. Los esfuerzos de Manuel Goyanes, el productor que la llevó al estrellato, por mantener en la infancia a aquella mina de ojos azules que tanto dinero había generado ya no servían.

Fue la penúltima película de su etapa adolescente. En 1968 protagonizó junto al torero Palomo Linares, Solos los dos y se convirtió en 'mujer' a ojos del público. De paso, en el mismo año se casó con Carlos Goyanes, hijo del productor (que décadas después caería en la redada de la Operación Nécora) y con el que había convivido desde niña. Su 'hermano' se convirtió en su marido, un cambio de roles un tanto truculento pero rentable. La boda se convirtió en uno de los eventos más sonados del momento, con hordas de fans en la entrada de la iglesia y cientos de hojas de papel couché con ella vestida de blanco.

La actriz representaba en aquel momento el papel de esposa feliz que acataba y difundía los valores del régimen con alegría. Según su biografía autorizada (T&B editores, 2008), firmada por Javier Aguilar y Miguel Losada, Marisol llegó a declarar ante la prensa: "No sé si seguiré trabajando después de la boda porque pienso que la responsabilidad económica del hogar ha de recaer sobre el hombre. Si Carlos me manda que deje el cine, estoy dispuesta a hacerlo aunque preferiría seguir con mi carrera". Dos años después se separaron y el matrimonio se anuló en 1973 por 'inmadurez de ambos'.

La prehistoria del #Metoo

Poco había de verdad en todo aquello. Muchos años antes de que estallara el caso de Harvey Weinstein, Pepa Flores ya había hablado públicamente de los abusos que había sufrido desde que empezó en el mundo del cine siendo una niña. La periodista Pilar Eyre recuperó hace poco las declaraciones de la artista hizo a la revista Interviú hace décadas y que no levantaron ningún movimiento parecido al #MeToo. "A los ocho años no era la niña angelical que todo el mundo creía… ya estaba más sacudida que una estera", por ejemplo.

Esa misma revista llegó a vender un millón de ejemplares con una portada que ya ha pasado a la posteridad: el desnudo de Marisol. La niña rubia del franquismo convertida en icono sexual al posar sin ropa para el fotógrafo César Lucas. Fue en 1976 y la publicación llevaba en su interior un artículo titulado "Marisol: el bello camino hacia la democracia". Se libraron del secuestro por los pelos, aunque el fotógrafo tuvo problemas con la justicia hasta 1981, cuando le absolvieron de los cargos por atentado a la moral y escándalo público.

El verdadero problema es que la protagonista del retrato nunca dio el consentimiento para su publicación. Aquellas fotos se tomaron en 1970, por encargo de Carlos Goyanes "parece ser que con el fin de que las viera el director italiano Bernardo Bertolucci, con los ojos puestos en que Marisol trabajara con él y con el actor Alain Delon en una película. La sesión fotográfica había costando 90.000 pesetas", aseguran Aguilar y Losada en su libro.

Pepa Flores nunca denunció ni a Lucas ni a la revista, pese a que habían vuelto a utilizar su cuerpo sin su aprobación. La imagen ha sido una de las más lucrativas de la publicación. En 1991 recuperaron la portada con motivo de su 15 aniversario y fue la última que llegó al quiosco antes del cierre de la revista el pasado mes de enero.

Activismo paralelo

Curiosamente, la biografía de Pepa Flores guarda similitudes en algunos momentos con la de Jane Fonda aunque, de entrada, pueda parecer improbable. La norteamericana también tuvo que hacer esfuerzos para librarse del dichoso cartel de ‘mito erótico’ que le colgaron después de protagonizar Barbarella (Roger Vadim, 1968) vestida con el mítico bikini diseñado por Paco Rabanne.

A ambas les costó que las tomasen en serio profesionalmente pero también supieron sacarle partido a aquellos prejuicios. Fonda ganó mucho dinero con sus famosísimos vídeos de Aerobic Jane Fonda’s Workout que ‘ayudaban’ a las mujeres del mundo a conseguir un cuerpo como el suyo (y lucir así su propio bikini). Lo que no sabían sus seguidoras es que el dinero recaudado iba destinado a apoyar a las causas políticas en las que participaba.

Por su parte Marisol vendió los premios de oro que le habían otorgado en las fiestas del Caudillo en La Granja cuando aún era un instrumento perfecto de la dictadura, para apoyar a la izquierda española de la época. Se había implicado en el comunismo en la época en la que empezó su relación con Antonio Gades y, como personajes públicos, lideraron muchas de las protestas de la última época del franquismo y de la democracia. Gades y ella se casaron en Cuba en 1982 con Fidel Castro como padrino.

Llegaron a llamarla ‘La niña de Moscú’, estuvo afiliada al Partido Comunista y al Partido Comunista de los Pueblos de España y ella misma se declaró: "Una obrera de la cultura. Me fusilarán antes que traicionar a mi clase".

Cumplió con su palabra y en 1985 protagonizó su última película Caso Cerrado, dirigida por Juan Caño. Fue la segunda en la que salió acreditada como Pepa Flores, después de Carmen (Carlos Saura, 1983). Poco tiempo después desapareció de la vida pública y se mudó a Málaga, el sitio de dónde venía. Viajó por todo el mundo, conoció a gente como Audrey Hepburn, Ann- Magret o Harpo Marx, compartió pantalla con Mel Ferrer y Jean Seberg y trabajó bajo las órdenes de Juan Antonio Bardem y Mario Camus, pero se hubiese cambiado por cualquiera de los que soñaban su vida desde sus casas.

Massiel, la antifascista que cantó a la libertad y fue censurada en Televisión Española

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Hace semanas, RTVE público en su página web un documento que hasta ahora había permanecido en un rincón oscuro de sus archivos. Se trata del capítulo piloto del programa presentado por José María Íñigo La gente quiere saber, en el que un grupo de personas del público preguntaba al personaje invitado sobre su vida, su carrera o lo que fuese.

En ese episodio de prueba, la protagonista fue Massiel y sus respuestas no pasaron la censura franquista ni de lejos. Declarar públicamente ser antifascista y estar a favor del divorcio no estaba muy en la línea del régimen.

Aunque esa grabación de 1972 no llegó a emitirse, las ideas políticas de la artista no eran ningún secreto. Antes de ganar Eurovisión hace precisamente 50 años, ya se había hecho muy famosa con canciones como Rosas en el mar o Aleluya, firmadas por Luis Eduardo Aute. Versos como "Voy pidiendo libertad y no quieren oír/ Es una necesidad para poder vivir/ La libertad, la libertad/ Derecho de la humanidad /Es más fácil encontrar rosas en el mar", la metieron inmediatamente en el saco de la canción protesta.

Puede que si Joan Manuel Serrat no se hubiese empeñado en cantar la versión en catalán de La La La para representar a España en el festival de Eurovisión, la carrera de la cantante hubiese sido diferente (y viceversa). Pero evidentemente a la dictadura ni se le ocurrió la posibilidad de que otra lengua que no fuese el castellano representase al país, así que tuvieron que llamar a una sustituta. Massiel estaba en aquel momento en México dando conciertos, así que se tuvo que coger el primer avión que encontró y plantarse en el Royal Albert Hall de Londres.

Según cuenta en un reportaje de Jesús Ordovás en la 2 de TVE, todo fue una estratagema del mánager del Dúo Dinámico Lasso de la Vega. Sus representados son los autores de la canción, así que pensó que si se quitaba a Serrat de en medio actuarían ellos, pero en Televisión Española dijeron que querían a una chica y su estrategia se fue al garete.

"Yo no sabía ni cómo era la canción, pero pensé que si era buena para Serrat, sería buena para mi, porque por aquel entonces cantábamos cosas comprometidas. Yo cantaba de negro, sólo tenía un traje y al ganar un poco de dinero en México me lo copié en morado y rojo, que son mis colores. Iba con bota larga, vestido largo, muy existencialista, melena y un colgante de plata. Al llegar y escuchar la canción, me dije 'Hay que hacer un estilismo. Ponte moderna, que esto va de pop'. Me fui a París y me encargué un traje en Courrèges que pagué con todo el dinero que había ganado en México. Menos mal que gané el festival y me lo pagaron".   

Tan pegadizo es el estribillo de la canción, que Massiel no se ha podido desprender de él. Manolo de la Calva, uno de los dos compositores, la avisó de que iba a llevar la canción con ella toda la vida. Y, de hecho, en cada entrevista que le hacen declara que está harta de hablar de lo mismo una y otra vez. Ya se lo había soltado a Miguel de los Santos en el programa Retrato en vivo en 1979 y apenas habían pasado diez años. El tiempo no la ayudó en ese aspecto.

"Pintaban una cruz con patas, señorita"

Aunque ganar el festival la catapultó a la fama, ni su carácter ni sus ideales cambiaron. De hecho, le valieron un enfrentamiento con la dictadura por no querer ir al Pardo a recoger el Lazo de Dama de Isabel la Católica y sacarse la foto con Franco. Se lo mandaron por correo medio meses después y estuvo vetada en Televisión Española durante un año, según ha contado.

En 1970 se subió a los escenarios teatrales junto a Fernando Fernán Gómez para interpretar A los hombres futuros, yo, Bertolt Bretch, dirigida por Antonio Díaz Merat y estuvo de gira por todo el país (el disco con las canciones se publicó dos años después). Ese trabajo le otorgó el "carnet de roja", al menos por parte del P.E.N.S (Partido Español Nacional-Socialista).

Agente Provocador, de la editorial La Felguera, ha rescatado un reportaje de la revista Triunfo en el que se cuenta el asalto a la casa de Massiel por parte de dos integrantes de la organización ultraderechista. Un ataque que más bien fue una astracanada y que, sobre todo, sufrió la pobre criada que se llamaba Adelina, tenía 18 años y era de León.

Los asaltantes la amordazaron y la ataron a una silla para poder hacer pintadas por toda la casa. Entre otras cosas, dibujaron cruces gamadas (incluso en el famoso abrigo de chinchilla de la cantante) y escribieron "Roja", "PENS" o "Beethoven, sí!".

Cuando la artista llegó a casa, acompañada por la portera y un técnico de televisión, se encontró con ese panorama y los dos delincuentes, que no debían de tener ni 20 años y que, según declaró a la publicación: "estaban más nerviosos que nosotros". Le pidieron que no llamase a la policía hasta pasados 20 minutos y dijeron "no estamos de acuerdo con lo que hemos escrito, pero nos han obligado y pueden obligarte a ti también".

Al final Massiel les metió prisa y se fueron, dejando a la pobre Adelina "obligada a estar atendida en un hospital psiquiátrico, víctima de un shock psíquico con traumas delirantes". Repetía la frase: "Pintaban una cruz con patas, señorita, una cruz con patas".

Genio y figura

De Massiel se ha dicho de todo: que era una niña del régimen, que era más roja que la sangre, que se bebía hasta el agua de los floreros (esto se ha cansado de desmentirlo), que es una malhablada, que es divertida y un torbellino. Como poco. De todo esto lo que está claro es que tiene temperamento, lo que le ha servido para sobrevivir a muchas cosas, entre ellas al machismo imperante en su profesión. Así lo contó en Retrato en vivo:

"Soy muy luchadora, muy trabajadora, bastante profesional y entonces chocas con la gente que se cree que por tu condición femenina pueden abusar. Y se creen que esto no se puede hacer en serio, que es la niña que quiere cantar, que es un hobby… entonces es cuando vas y pones encima de la mesa todas las cartas y dices 'no señor, esto es una profesión, este es mi modus vivendi, esto hay que tomárselo en serio' y no te dejas avasallar. Ahí es cuando dicen que vas a protestar. Y no, simplemente exiges en la misma medida en la que te entregas en tu profesión. Yo procuro no pasar por nada por lo que no tenga que pasar".

Massiel grabó 14 álbumes, actuó en cuatro películas y en numerosas obras de teatro. Se casó tres veces, tiene un hijo y un perro llamado Lenin. Detrás de su nombre artístico vive María de los Ángeles Félix Santamaría Espinosa, una mujer que tiene una carrera que va mucho más allá de aquel La La La que la hizo famosa y a la vez la eclipsó. Ella misma lo dice cada vez que le preguntan: "50 años hablando de lo mismo, qué aburrimiento".

El Museo Británico expondrá una pieza que Banksy les coló de forma clandestina en el año 2005

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Qué mejor pieza para una exposición sobre la disidencia y las protestas en el Museo Británico que una obra de Banksy que, durante tres días, estuvo expuesta en este museo sin que los responsables se diesen cuenta. 

Este famoso artista anónimo logró colocar en el año 2005 una pieza en el Museo Británico sin que nadie se diera cuenta. Para camuflarla adecuadamente y que tardase más tiempo en ser descubierta, incluso la dotó de un número de idetificación y de una ingeniosa descripción para que pasara desapercibida.

Durante tres días, la pieza, que recrea una pintura rupestre en la que un hombre empujando un carro de supermercado persigue a un animal parecido a un bisonte, estuvo expuesta y nadie se percató de que no formaba parte de la exposición original.

La descripción de la pieza, escrita en tono satírico, reza: "Este ejemplo bien preservado de arte primitivo que data de la era Post-Catatónica está pensado para representar al hombre primitivo aventurándose en los campos de caza situados fuera de la ciudad. El artista responsable es conocido por haber creado un sustancial cuerpo de trabajo a través del sudeste de Inglaterra bajo el apodo Banksymus Maximus, pero poco más se sabe de él. La mayor parte del arte de este tipo, desafortunadamente, no ha sobrevivido. La mayoría ha sido destruido por celosos funcionarios municipales que no han conseguido reconocer el mérito artístico e histórico de pintarrajear paredes".

El museo británico parece haber encajado bien la broma, pues ahora ha decidido exponer la pieza en una galería de arte sobre la disidencia y las protestas a lo largo de la historia creada por el periodista y escritor satírico Ian Hislop llamada 'I Object'. Así lo ha anunciado el museo a través de su cuenta de Twitter, subrayando que esta vez la pieza se expondrá de forma "oficial".

La obra formará parte de una colección que quiere representar la historia contada por los oprimidos, los olvidados y los manifestantes. Se trata de un repaso a las diferentes formas de plasmar el descontento y la disidencia que ha habido a lo largo de la historia. En ella se exhibirán una gran variedad de objetos, desde grafitis en un ladrillo babilonio hasta un billete de banco con palabras malsonantes. 

Una trituradora escondida hace años en el lienzo: así orquestó Banksy la trampa de la subasta

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"Hace unos años construí en secreto una trituradora por si acaso salía alguna vez a subasta", confiesa el artista británico Banksy a través de un vídeo en su Instagram. La obra era la famosa Girl with balloon (Niña con globo) y, efectivamente, como el desconocido creador planeó con antelación, esta se destruyó el pasado sábado tras ser subastada por 1,2 millones de euros en la casa Sotheby's.

"El impulso de destruir también es un impulso creativo. -Picasso", cita Bansky en la mencionada publicación. En el clip, que ya lleva más de 8 millones de reproducciones, aparecen una persona encapuchada colocando las cuchillas que tiempo después se encargarían de destrozar el lienzo. No ofrece muchos más detalles sobre este mecanismo ni sobre cómo logró activarlo, aunque se supone que fue encendido por control remoto. 

Solo bastó el golpe del martillo que ponía fin a la puja para que, ante los ojos de los allí presente, el papel acabara convirtiéndose en trozos. "Parece que acabamos de ser Banksy-tados", admitió el director de arte contemporáneo de Sotheby's, Alex Branczik, tras la puja, según se oye en los vídeos colgados en la redes sociales, donde se ve también la sorprendida reacción de los asistentes.

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. "The urge to destroy is also a creative urge" - Picasso

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Poco después, Bansky publicó una imagen en redes sociales con un mensaje: Going, going, gone! (se va, se va, se ha ido), en alusión a las palabras que pronuncia el subastador cuando adjudica una obra a un cliente. 

La pieza de 2006 subastada, que muestra a una niña que trata de alcanzar un globo en forma de corazón, era una versión en lienzo de un diseño muy popular del creador que primero apareció como grafiti en una calle del este de Londres, y que en 2017 fue elegida la obra favorita de la nación. 

Como informan en la BBC, Sotheby's no ha revelado quién compró la pieza antes de que fuera triturada. "Estamos tratando de averiguar qué significa esto en un contexto de subasta", mencionan desde la casa de apuesta, quienes no han querido revelar el nombre del comprador. Pero, ¿cual es el valor actual del cuadro? La opinión está dividida, pero hay quienes apuntan que, paradójicamente, este podría haberse revalorizado después del truco

No es la primera vez que el originario de la ciudad inglesa de Bristol, cuya identidad se desconoce, desata la polémica con alguno de sus proyectos. Se hizo conocido por sus subversivos grafitis que aparecían en diversas partes del mundo, de Londres a Palestina, y desde entonces se ha convertido en un cotizado y singular artista. 

Viaje a CANADA, el cerebro de los vídeos de Rosalía: "Según los críticos, ella solo podría hacer sardanas"

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Rosalía sujeta con los dientes una aceituna negra tan brillante como la pupila de un toro. La sostiene hasta que la estrofa de Pienso en tu mirá rompe y, con ella, revienta la oliva con la boca en una de las escenas más poderosas de su último videoclip, publicado a comienzos de esta semana. Desde que estrenó hace dos meses el single Malamente, los adelantos de su disco El mal querer se han consagrado como el rompecabezas preferido del verano.

Un penitente montado sobre un monopatín de espinas, talleres de tuning, camioneros con el pecho ensangrentado, botellas de Anís del Mono, frasquitos de Varon Dandy y muchísima iconografía taurina han alimentado más teorías en las últimas semanas que las líneas de Nazca. Ambos son éxitos instantáneos que han engrosado su impacto con unos productos audiovisuales impecables que corren a cargo de CANADA, la productora del momento.

Con sede en Barcelona pero la mirada puesta en todo el globo, esta joven empresa ha reunido en diez años un catálogo digno de las major patrias. Hoy los teléfonos no dejan de sonar, desde España hasta Londres, donde han tenido que abrir una sede para atender a los clientes internacionales. Y si bien tienen derecho a decir que lo de Rosalía no ha sido una excepción, la casualidad quiso que todo cambiase con un videoclip de El Guincho, ahora productor de la cantante catalana.  

"El video de Bombay fue el que nos dio visibilidad fuera y nos permitió no depender únicamente del mercado español. Empezamos a tener ofertas de trabajo de todo el mundo, con lo que eso supone a todos los niveles", explica Nicolás Méndez, director de CANADA, a eldiario.es. En ese momento eran un grupo de profesionales con buenas ideas, escasos medios económicos y una visión muy punk. Ocho años más tarde, ya son capaces de enumerar a Phoenix, C. Tangana, Beck o Tame Impala entre sus hitos y sus vídeos han sido nominados a los MTV Awards y a los Grammy.

CANADA también se ha especializado en anuncios o cortos para grandes marcas como Zara, Nike, Danone o Stella McCartney. Aunque el estilo es reconocible en ambos campos, admiten que las motivaciones a la hora de escoger proyectos en uno u otro son bien distintas. "Si se trata de un anuncio, nos metemos por el dinero, porque es nuestro trabajo. Ponemos nuestro conocimiento al servicio de este cliente, pero al final este tiene la última palabra y el resultado no siempre es el que nos hubiera gustado a nosotros", dice Méndez con total sinceridad.

Entonces, ¿se sacrifica el pulso artístico en los encargos publicitarios? "Los anuncios nos dan de comer y a veces no tenemos la última palabra sobre el resultado final. Lo que no quiere decir que no haya encargos que pueden ser muy estimulantes. Eso sí, hay que estar preparado para la batalla", confiesa.

En cambio, en el caso de involucrarse en un proyecto musical, "el dinero no existe, los presupuestos son ridículos y, si nos interesa, hacemos una inversión importante". Por eso, una de las condiciones que ponen a la hora de hacer un videoclip es que exista complicidad con el artista y su idea. "Puede ser alguien involucrado, o arriesgado, o que simplemente confía. También puede ser una canción inspiradora y que saque lo mejor de nosotros, o a veces un presupuesto, pero esto no asegura nada", enumera Nicolás.

"Si podemos hacer un buen trabajo y dedicarle el tiempo que necesita, al final sale un vídeo del que la gente también habla. Y eso es publicidad para el artista y la canción, que es de lo que se trata", dicen desde CANADA sobre el caso, no tan extendido, de que la productora sea reconocida a la altura del artista y no quede eclipsada cuando lanzan el vídeo.

En los últimos tiempos, YouTube se ha convertido en una lanzadera casi más importante que las radios o las listas de éxitos. "Invertir en audiovisual es lo mejor que puede hacer un artista ahora mismo. Un tema mediocre puede ser un hit solo por el videoclip", dijo el rapero Rels B a este periódico. Y la actualidad le da la razón. En los meses de verano, muchos cantantes apuestan la parte por el todo en el video, lo que se traduce en una sucesión de canciones con aspiración de cortometraje que pujan por alcanzar el primer puesto de la plataforma.

A Rosalía no le ha costado demasiado esfuerzo proclamarse reina de la lista, primero con Malamente y desde hace cuatro días con Pienso en tu mirá. Las piezas reflejan a la perfección lo que ha supuesto la cantante para el flamenco y una de las decisiones artísticas más inteligentes de los últimos tiempos. Esa connivencia entre la tradición y el género urbano ha soliviantado a unos cuantos pero ha convencido a muchos más: 16 millones de visitas entre los dos vídeos avalan su arte.

"En el caso concreto de Rosalía, ella tenía un imaginario muy específico que compartió con nosotros. Quería hacer algo muy de aquí, muy reconocible, usar nuestro imaginario popular pero dándole una vuelta, como hace ella con la música", explica el director.

En cuanto a la diferente estética respecto a sus anteriores trabajos, la productora prefiere no encasillarse y desdeña la etiqueta de hípster que le han colgado en varios medios. "No sé lo que significa hípster, pero me da la sensación de que es una manera despectiva de nominar a algo que tiene vocación de joven y moderno. No tengo ni idea", responde.

Como ya explicamos, si el debate sobre Malamente giró en torno a la apropiación cultural y el uso de la simbología gitana, en este último se habla sobre todo de su significado. Pero también hereda ciertas polémicas a raíz de la iconografía taurina y lo que algunos han interpretado como una reivindicación de esta práctica.  

"Cuando era pequeño y volvía del colegio, a veces ponía la tele esperando ver Barrio Sesamo, me encontraba con una corrida de toros y me cagaba en todo. Eso es lo que he vivido y es lo que conozco, así que encuentro natural usarlo porque forma parte de mi imaginario visual. No se reivindica nada", defiende Nicolás Méndez.

Y continúa: "Los toros aquí están porque el disco de Rosalía habla de una relación de amor venenosa. Que quita la vida. La relación que tiene un torero con el toro me da la impresión de que es similar. El torero siente un profundo respeto por el animal, pero sin embargo, la relación acaba con uno de los dos muerto. Hay sangre de por medio. Hay cuernos. Hay posesión. Joder, es que venía al pelo. De la misma manera, y por las mismas razones en Pienso en tu mirá hay un vampiro. Porque cuando un vampiro te quiere de verdad, ¡ñac!, te chupa la sangre y te deja tieso".

Aunque la cantante ha hablado abiertamente sobre su intención de ahondar en las pasiones de las relaciones tóxicas, y el título del disco no deja lugar a dudas, en CANADA han jugado con un buen puñado de referencias ambigüas. De hecho, defienden que la teoría de que Pienso en tu mirá es un alegato contra la violencia de género roza más la conjetura que la certeza.

"La canción es sobre los celos. Sin más. Creo que está especialmente bien escrita y por eso suscita controversia. El poder de la lírica es una maravilla. La letra es clara y sencilla, en el mejor sentido de estas palabras, y expresa claramente un sentimiento muy fácilmente identificable", piensa el responsable de su parte audiovisual.

"Las imágenes que ilustran la canción sólo intentan hacer el mismo ejercicio de una manera sugerente. Me encanta que la gente se devane los sesos buscándole sentidos a las cosas porque en realidad nosotros hacemos lo mismo. Estuve un mes pensando qué coño escribía en la esclava de oro hasta que se me ocurrió lo de Varón Dandy", pone como ejemplo.

Entre alegorías a la violencia y a las ataduras, aparecen elementos del imaginario gitano que, aunque fueron bien acogidos de manera generalista, provocaron la indignación de algunos integrantes de esta comunidad, incluida la rama activista. Critican el empleo de elementos culturales gitanos por parte de una artista paya y catalana, así como la exageración del estereotipo andaluz.

"Me da pena que haya gente que se sienta dolida por esto. Desde su punto de vista, Rosalía sólo podría hacer sardanas. Para los Pata Negra eran tan importantes Diego del Gastor como Jimmy Hendrix. Resulta que ahora si no eres negro no puedes tocar Blues. Cuidado Mick Jagger, van a por ti. ¿Te imaginas decirle a Rafael Amador que no puede usar una guitarra eléctrica porque es español?", opina Méndez. En lo que a él respecta, "si necesito un bailaor, intento que venga uno de verdad. Pero no me fijo en si es gitano o no. Me fijo en si lo hace de la hostia".

Al fin y al cabo, la filosofía de CANADA no pasa por circunscribirse a un solo estilo, un solo país ni una sola cultura. Han abrazado desde el imaginario yankee de las cheerleaders hasta la tradición más puramente española, desde Bowie hasta los ritmos tropicales de El Guincho. Por eso no creen en las etiquetas: "Si luego es hípster o gótico medieval lo dirán lo demás".


El antes y el después de Rosalía: del tablao a Times Square en solo dos años

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Para algunos, el momento de inflexión de la carrera de Rosalía Vila (Barcelona, 1993) fue el concierto en el tablao Casa Patas en 2016. Para otros, fue el aforo completo del Teatro Lara justo un año después, cuando su cara ya había aparecido junto al trapero C. Tangana en un par de temas que le alejaron del flamenco y la situaron en un mapa diferente.

Tanto para unos como para otros, el fenómeno de Rosalía concurrirá este miércoles 31 de octubre en la Plaza Colón de Madrid, donde presentará su próximo disco El mal querer en un concierto "casi sorpresa". En apenas dos años, la cantante ha pasado de una sala de flamenco a cortar el tráfico de una de las avenidas más importantes de la capital, sin cobrar entrada y respaldada por una poderosa marca. ¿Qué ha ocurrido?

Se puede resumir en que Rosalía protagoniza su propia versión de A Star is Born, en la que una chica de San Esteban de Sasroviras copa las cotizadas pantallas de Times Square con un disco sin canciones. Porque en eso se han basado los últimos meses de carrera de la catalana: expectativas, lisonjas de algunos artistas internacionales, una fotografía con Pedro Almodóvar, otra con Tim Cook, y tres sencillos que abrieron el apetito para todo lo demás.

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Desde que estrenó hace cinco meses el single Malamente, los adelantos de su disco El mal querer se han consagrado como el rompecabezas preferido del año. Junto a Pienso en tu mirá y el último Di mi nombre (publicado hace unas horas), reúne la friolera de 44 millones de visualizaciones en YouTube. En Sony Music se están frotando las manos, pues lejos quedan los 3 millones de Catalina, la canción referente del primer álbum que Rosalía publicó en Universal.

Precisamente, este cambio respecto a su disco Los Ángeles es lo que ha dividido a la prensa y a sus seguidores. Por ejemplo, el crítico musical especializado en flamenco, Alberto García Reyes, aplaude este viraje hacia lo urbano por encima de las rumbas y versiones de Enrique Morente.

"Rosalía no canta mal, pero en el flamenco no pinta mucho. Es una chica muy respetuosa, que no ha venido a inventarse una revolución por la cara. No hace daño a nadie ni se ha proclamado maestra de nada", concede el periodista de ABC, que recientemente firmaba una ácida crónica sobre El Niño de Elche en la Bienal de Flamenco. 

García Reyes la vio por primera vez hace ocho años en otra Bienal en Sevilla, donde una Rosalía adolescente acompañaba a una bailaora catalana. "Si te digo la verdad, me tuvieron que recordar que era la misma que aquella niña que habíamos visto, no la identificaba. No nos llamó mucho la atención salvo por un repertorio que no estaba de moda en el flamenco", evoca. En ese momento, la joven formaba parte del atrás, el fondo musical que pone melodía al bailaor pero nunca le roba protagonismo.

Para los profesionales que siguieron su trayectoria en el mundillo flamenco, el hito más llamativo de su carrera fue la promoción de Los Ángeles junto a Raül Refree. "El antes y el después vino cuando la llevaron a las televisiones y a las cadenas de radio con ese disco y la empezaron a presentar como la nueva diva del flamenco", cuenta García Reyes sobre el álbum presentado a comienzos de 2017. 

"La primera promoción estuvo muy bien diseñada, creo yo. Hasta tal punto que nos hizo dudar a muchos si de verdad era la gran revolución del flamenco y nosotros no nos habíamos enterado. Pero, cuando escuchas el disco con tranquilidad y la ves en los recitales, dices: cuidado", advierte. Aunque no considera ese primer trabajo "una aberración", el periodista se muestra más partidario de El mal querer precisamente por su lejanía con el género de Camarón.

"El anterior disco sirvió para situarla en la cabecera del flamenco, donde hasta entonces era una perfecta desconocida. Empezó a sonar mucho, aunque fuera del mundillo flamenco no tanto. Y con este disco ha empezado a sonar fuera y creo que ha sido el paso más natural: el primero era antinatura. Este es su lugar", sentencia el crítico.

Sin embargo, para decepción de algunos, hay quien dice que el resto del nuevo disco vuelve a sus raíces flamencas y se olvida del coqueteo con el género urbano, como se ha intuido en su tercer adelanto, Di mi nombre.

"Me despierta mucha curiosidad cuál va a ser la acogida del disco fuera de España, porque el resto del disco está bastante apegado al flamenco, no puro, pero sí en la línea de Los Ángeles. Quien espere un álbum de flamenco-trap-dance se va a llevar un enorme chasco", avisa Luis J. Menéndez, redactor jefe de Mondosonoro y crítico musical de este medio.

En su caso fue al contrario y comenzó a interesarse por la figura de Rosalía a raíz del hit urbano Antes de morirme  con C. Tangana. En su opinión, "Universal no vio clara la jugada y Sony sí que lo hizo. Y, viendo la repercusión que está alcanzando fuera de España, parece que los segundos han acertado".

En este lapso de dos años, la veinteañera ha cantado con el exponente actual de música latina, J. Balvin, ha grabado en el estudio de Pharrell Williams y ha recibido loas de Lana del Rey y Dua Lipa. España solo intuyó que algo grande estaba pasando con ella durante el caótico concierto de los Veranos de la Villa de Madrid en 2017, en el que colapsó la venta de entradas.

Como dato, por ese entonces Rosalía contaba con 90.000 seguidores en Instagram y ahora acumula 650.000. Después vino la BBC, la actuación en los Grammy del pasado año y sus cinco nominaciones en esta última edición por El mal querer. Es decir, un breve lapso en el que se ha convertido en una estrella que luce en el firmamento internacional.

"Imagino que la mecánica es más o menos la siguiente: Sony España apuesta fuerte por ella, la presenta a sus otras delegaciones como posible artista global y, si esas delegaciones creen en el proyecto, rápidamente su nombre empieza a circular entre algunos de los nombres más importantes de la industria. No hay que olvidar que Miami es ahora mismo una de las capitales mundiales de la música y hay una fiebre universal por lo latino de la que Rosalía se está beneficiando claramente", opina el experto musical.

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Menéndez apela a un "efecto bola de nieve" que inevitablemente se beneficia de la imagen que ha diseñado la artista de cara al exterior. "Una estrella de pop lo es todo: imagen, actitud y por supuesto canciones. Rosalía tiene esos tres atributos, pero reconocer el peso de la imagen como un factor importante en su éxito puede parecer un ejercicio de machismo", piensa el periodista.

Alberto García Reyes, al contrario, asume que el potencial comercial ha sido clave a la hora de crear el fenómeno. "Universal no vio en ella una buena cantaora, ni falta que hacía. Lo que importa es que venda", y en tal caso, "el flamenco es una marca que sobre todo fuera de España vende mucho. Rosalía y quienes llevan a Rosalía se han servido de esa marca de forma muy inteligente".

Polémicas de apropiación cultural aparte, los dos críticos conceden que Rosalía ha protagonizado una revolución en la música. Lo único que pide el de ABC es que no se extrapole al flamenco y que se suavicen las comparaciones con Lola Flores y otras divas del género. "Me parece de una ignorancia supina. Para compararse con los grandes genios tienes que comerte muchos pucheros", valora. Por lo demás, "olé Rosalía y que le dure mucho el éxito que tanto gusta a la gente".

Menéndez, por su parte, se mantiene cauteloso respecto al "lucrativo" fenómeno comercial de la artista. "Solo la compañía conoce los números que se está gastando en el "proyecto Rosalía", y ahora que sale el disco todavía queda que lo más importante: que esa apuesta se concrete en ventas de discos, escuchas de streaming y una gira exitosa dentro y fuera de nuestras fronteras", avisa.

Ha llegado el momento de abandonar las expectativas y medir fuerzas con la cruda realidad. La pregunta es la siguiente: cuando los neones de Times Square se apaguen, ¿Rosalía seguirá aquí?

El desnudo forzado de Jane Fonda y otros motivos personales que impulsaron la segunda ola feminista

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En agosto 1970, la revista Time cubrió su portada con un retrato de Kate Millett. Por primera y última vez, la publicación destacó a una joven no tan famosa por una tesis feminista que más tarde se convertiría en un vademécum para la teoría de género: el libro Política sexual.

No era un número dedicado a ensalzar el movimiento de las mujeres y, de hecho, dentro había varios textos anónimos dedicados a lapidarlo. Pero fue la respuesta lógica al clamor que se alzaba desde las calles hasta las rotativas de los medios más conservadores.

Algo parecido ocurrió con la edición más importante de la misma revista en 2017: la que elige al personaje del año. En este caso fueron las mujeres que se atrevieron a denunciar a sus agresores sexuales quienes coparon la portada. No podía ser de otra forma, le gustase o no al accionariado republicano del Time.

Con casi medio siglo de diferencia, el me too se había convertido en el epicentro de una nueva ola feminista. Una que ponía el foco en los abusos sexuales y recuperaba ese sentimiento de hermandad que abanderaban las protagonistas de la segunda ola. Se necesitan años para calcular el impacto de una cuarta marea -si es que existe tal- y cierta perspectiva histórica para predecir sus resultados, pero los hitos de este último año son ya algo imborrable.

Netflix acaba de lanzar el documental Retratos del feminismo por si las fuerzas flaquean. Aunque los hombres del Hollywood machista vuelvan a las escenas, Brett Kavanaugh haya sido elegido para la Corte Suprema de EEUU y a veces parezca que los esfuerzos han sido en vano, el punto de inflexión es real. Igual que lo fue el de las feministas de los años 70 que exigían el derecho al aborto -aún no concedido en muchos estados- y la igualdad de oportunidades -también diezmada hoy en día-.

"Pensábamos que íbamos a cambiar el mundo", dice con pena la actriz y cómica Lily Tomlin en un momento del documental. Les convencieron de que debían abandonar sus motivaciones particulares en favor del bien común. Pero también es importante recordar lo que llevó a cada una de estas mujeres a desobedecer en una década en la que no ser una "buena chica" te convertía en una paria. 

Retratos del feminismo, titulado en inglés Feministas: ¿en qué estaban pensando?, hace un análisis inductivo en lugar de deductivo. Es decir, parte de la experiencia de una decena de feministas, ahora ancianas, para dibujar los méritos y las flaquezas de la segunda ola. Lo hace a partir de un libro de retratos tomados en los años 70 por la fotógrafa Cyntia MacAdams a las feministas del momento, pero también a mujeres anónimas que, en su opinión, "tenían una apariencia distinta debido al feminismo".

Jane Fonda, la cantante de The Mamas and the Papas, Michelle Phillips, o la artista conceptual Judy Chicago se enfrentan a sus retratos (y a veces a sus desnudos) con orgullo y un ápice de tristeza por lo que aún queda por hacer. 

Retratos del feminismo no pretende ser una genealogía de las manifestaciones ni de las performances artísticas de aquella época. Al revés: es un rosario de recuerdos de las mujeres más famosas del movimiento en EEUU que, en ocasiones, animan a las nuevas generaciones de feministas para continuar con la lucha.

Jane Fonda

La mayoría de chicas somos guerreras antes de la pubertad. Es cuando el espectro de la femineidad comienza a vislumbrar en el horizonte, tienes que reprimir la rabia y ser una "buena chica". Lo cual implica que no eres buena por naturaleza.

La actriz ganadora de varios premios Oscar y Bafta ha sido desde su juventud una de las figuras principales del movimiento por los derechos de las mujeres en EEUU. Tal y como desvela en el documental, todo empezó con el suicidio de su madre, pero el despertar llegó más tarde, incluso después de protagonizar el desnudo inicial de la película Barbarella (1968). 

"Es gracioso teniendo en cuenta lo poco que me gusta desnudarme. Pero no es nada comparado con otras cosas que he hecho sin querer por no saber decir que no. Hace apenas unos años que sé que un "no" vale como frase completa", explica. Diez años más tarde, Fonda escribió junto a Colin Higgins el guion de Cómo eliminar a su jefe en homenaje a las mujeres oficinistas y como denuncia del machismo que sufrían. "La canción de Dolly Parton se convirtió en el himno de las secretarias".

Margaret Prescod

Recibimos la desaprobación de hombres que se consideraban a sí mismos grandes revolucionarios del tercer mundo. Tuvimos que luchar contra nuestra comunidad por decir: sí, somos antirracistas y estamos a favor de los derechos de las mujeres.

Esta activista y presentadora de radio nació en una aldea de Barbados donde su madre le obligaba a encargarse de una anciana que vivía al otro lado del camino. Lo que al principio le parecía un fastidio, le enseñó una forma de vivir compartiendo lo poco que tenía que más tarde aplicó a la lucha feminista y antirracista transversal.

"Está bien que digas que estás a favor de todas las mujeres, pero tienes que escuchar a las mujeres negras y no pedirnos que dejemos de lado nuestros problemas raciales por un bien mayor", dice Prescod, que explica que muchas cayeron entonces en el separatismo porque "no querían tener nada que ver con esas blancas que nos daban la espalda".

Judy Chicago

En la universidad no podías quejarte de un trato desigual porque te decían: ¿eres una especie de sufragista? Y no quería que me llamasen sufragista igual que ahora hay jóvenes que no quieren ser identificadas como feministas.

El padre de Chicago fue un sindicalista perseguido por el mccarthismo que la crió en base a la tolerancia y a la igualdad. Unos años después de su muerte, ella inauguró The Dinner at the Party (1979) sobre el hogar desde la perspectiva femenina. Había maniquíes atrapados entre las baldas de la alacena, la cocina llena de pezones y una mesa gigante llena de vaginas. Senadores y políticos republicanos la humillaron en la cámara pública y la tildaron de pornografía asquerosa.

"En ese momento acudí a la tumba de mi padre y le dije que me había mentido, me había dicho que podía ser yo misma y que los demás me iban a amar", desvela en el documental. Tras años después de entender que "nada de lo que hagas te convertirá en un chico", Chicago comenzó a crear única y exclusivamente desde la femineidad y así se convirtió en el referente artístico de las feministas de EEUU.  

Michelle Phillips

Mi marido vació las cuentas y tuve que pelear por mi dinero, dinero que ya había ganado. Llegué a un punto en el que me dije: esto nunca más te volverá a pasar. Y no me pasó.

Antes de acabar el instituto, Phillips se casó con John, con el que más tarde formaría The Mamas and The Papas. Se marchó siendo una niña porque el cantante prometió a su padre que le enseñaría "todo lo que tiene que saber". "Sí, claro", dice con sorna ella cinco décadas después. 

"Cobrábamos lo mismo, pero era muy ingenua, de hecho me echaron del grupo por mantener una relación extramatrimonial mientras que él también lo hacía. En ese momento me di cuenta de que no podía hacer nada sin John", y así fue como la actriz y compositora luchó por salir adelante con un hijo en la soledad y la pobreza, y se volcó en la causa feminista de defender el patrimonio económico de las mujeres. 

Phyllis Chesler

Me convertí en la propiedad de una gran familia afgana, polígama y en ciudadana apátrida. Desde entonces pasé a ser en una ferviente feminista, nacida en EEUU, pero con la mirada puesta en las mujeres de todo el mundo.

La catedrática y escritora se enamoró del pensador afgano Abdul Karim, que fue su primera pareja sexual". "Como buena chica judía, le llevé a casa y todo salió mal. Era de la religión equivocada, del color equivocado y del país equivocado y aún así me fui con él a Kabul". Chesler vivió en sus propias carnes la opresión de las mujeres en otros países más conservadores que EEUU y eso amplió sus miras.

Sin embargo, no fue hasta que volvió a su país, donde empezó a dar diversas clases en la universidad y publicó un buen número de libros mientras estaba embarazada, cuando se convirtió en una feminista convencida. "Pedí que me cambiaran un poco el horario, porque me quedaba dormida en el aula. Y el decano de mi universidad me dijo: tienes que decidirte, ¿quieres ser profesora o madre? En ese momento abrí los ojos".

Jane Fonda, la actriz antisistema que hizo la revolución en mallas y calentadores

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Que las apariencias engañan es uno de los topicazos más certeros de nuestra cultura y si no que se lo pregunten a aquellos que una vez pensaron que Jane Fonda era sin más "la chica de al lado". Ese es el primero de los papeles que la actriz representó en la vida real y no siguiendo un guion. Así empieza el relato del documental Jane Fonda en cinco actos dirigido por Susan Lazy -hasta ahora conocida principalmente por American Masters- y que HBO ha estrenado en España.

La película, como bien indica su nombre, se divide en media decena de capítulos de los cuales cuatro están titulados con el nombre de cada uno de los hombres importantes de su vida. Aunque de entrada parece que ese planteamiento la reduce a una mujer gobernada por "ellos", en realidad retrata a una persona que ha conseguido sus objetivos pese a las trabas que le plantearon.

Rebelde, valiente y más que inteligente, Jane Fonda ha sido y es una bomba de energía dispuesta a gritarle al sistema aunque sea en mallas y calentadores.

La "hija de"

El primero fue su padre. Megaestrella del cine en Estados Unidos, Henry Fonda y su familia eran la pura representación del ideal americano de los años 50 pero sólo de cara al público. En la realidad, el actor era una persona incapaz de comunicarse con sus hijos y que le era infiel a su mujer. Ella, que tenía serios problemas psicológicos, se rebanó el cuello con una cuchilla de afeitar en una de sus estancias en un sanatorio mental dejando de herencia a Jane y su hermano Peter un buen trauma.

El primer objetivo de la vida de Jane Fonda fue complacer a su progenitor mientras lidiaba con la culpabilidad por la muerte de su madre y el odio a su cuerpo incitado por su propio padre. Cuando él la metió en un internado, comenzó su relación con la bulimia, una de las más sólidas de su vida.

Sin imaginárselo, su madrastra fue la primera impulsora de su carrera cinematográfica cuando a los 18 años la echó de casa de su padre. Buscando una manera de ganarse la vida, se presentó en la casa del profesor de interpretación Lee Strasberg (lo tenía fácil, era su vecino). Escogió bien: por sus clases pasaron Marilyn Monroe, Paul Newman, Marlon Brando y muchos más nombres célebres de la industria de Hollywood.

Ahí comenzó su exitosa fase como The Girl Next Door, que la llevó a Francia en donde conoció al director de cine Roger Vadim, quien da nombre al segundo capítulo del documental. Exitoso, vividor y rebosante de charme se convirtió en el primer marido de Jane Fonda. Con él tuvo a su primera hija, Vanessa y se convirtió en Barbarella, el mito sexual de los 60 (des)vestido por Paco Rabanne. Un papel que previamente habían rechazado Brigitte Bardot y Sofia Loren y que ella interpretó gracias al vodka que la ayudó a olvidar que no quería hacerlo.

Su necesidad de agradar le permitió a Vadim llevar a la cama conyugal a otras mujeres, muchas de ellas prostitutas. Lo que él no esperaba -y que ella cuenta en sus memorias publicadas en 2005 tituladas My Life So Far- es que esas experiencias y sus conversaciones de "el día después" con esas mujeres la ayudasen a construir su papel en la película Klute con el que ganó su primer Oscar, un Globo de Oro y un BAFTA.  

Puño en alto

Mientras Vadim seguía su vida hedonista y derrochadora -preocuparse por el dinero era de burgueses-, Fonda se cortó su melena rubia y dejó crecer la semilla de rebeldía que llevaba dentro. Ante el desconcierto de su primer exmarido, cogió los bártulos y volvió a Estados Unidos con Vanessa y sus ganas de rebelarse ante las injusticias.

Ahí comenzó una etapa de activismo que aún continúa. Entró en contacto con los Panteras Negras, fue una de las lideresas de las protestas pacifistas y viajó a Vietnam del norte a conocer la situación en el frente. Ahí le hicieron el más desafortunado retrato de su vida, sentada y sonriente en un arma aérea que los vietnamitas usaban contra el ejército estadounidense. Los sectores más conservadoras de la sociedad estadounidense pidieron que se la procesase por traición, la apodaron Hanoi Jane y la persiguieron allí a donde iba para pedir su cabeza.

Sus declaraciones sobre la matanza de civiles que el gobierno de Estados Unidos estaba perpetrando en el país asiático y la invitación a los soldados americanos a pensar lo que iban a hacer allí no ayudaron a calmar la situación (sus problemas alimenticios y la dexedrina tampoco). Jane Fonda era un torbellino imparable e imposible de silenciar, el icono de la lucha. Y en ese momento conoció a su tercer capítulo: el intelectual y activista Tom Hayden.

Juntos tuvieron a su hijo, Troy, que cuenta en la cinta la -según su recuerdo- estrafalaria vida que llevaban. Vivían en una casa que más bien parecía una comuna, viajaban a zonas de conflicto y montaban campamentos de verano como Laurel Springs. Ahí conocieron a Mary Luana "Lulu" Williams, hija de un integrante de las Panteras Negras encarcelado, a la que acabaron adoptando y que actualmente es una activista social.

Mallas y calentadores contra el sistema

A finales de los 70, Hayden y ella formaron la Campaña por la Democracia Económica tras llegar a la conclusión de que el principal enemigo de la población eran las grandes empresas. Pero para ello necesitaban dinero y después de sopesar diferentes posibilidades de negocio a Fonda se le encendió la bombilla del dinero: el ejercicio.

"Si algo sé en esta vida es como entrenarme", explica en el documental. Después de abrir un gimnasio en Los Ángeles, lanzó su primer vídeo doméstico casi sin saber qué era eso ni que llegaría a ser una de las principales impulsoras de esa industria. No tenía reproductor ni idea de cómo funcionaba ese negocio aún incipiente. Pero su En forma con Jane Fonda se convirtió en el más vendido de la historia con 17 millones de copias y el libro que escribió con el mismo título se mantuvo como número uno en la lista de más vendidos durante dos años.

Todo este éxito golpeó duro al ego de Hayden, que ni de lejos había conseguido con sus libros el reconocimiento de su mujer, a la que tachaba de superficial. Pero todo ese dinero había ido a parar a los fondos de la CDE y Fonda seguía produciendo películas sobre historias que creía que debían de ser contadas como El síndrome de China (1979), sobre los peligros de la energía nuclear o Cómo eliminar a su jefe (1980), sobre los problemas de acoso y machismo que sufrían las mujeres trabajadoras. Podría considerar superficial el aeróbic, pero ella había hecho mucho más por el activismo en mallas que él sentado en su escritorio.

Los vídeos de Fonda no sólo sirvieron para hacer dinero, sino que ayudaron a muchas de sus seguidoras a ganar seguridad en sí mismas gracias al ejercicio y a la propia protagonista a superar su problema con la bulimia. Acabó divorciándose de Hayden en 1990 aunque según ella no se imaginaba su vida sin él. Si hubiese podido hacerlo seguramente se habría ido antes.

La pausa

Al día siguiente de anunciarse públicamente su divorcio Ted Turner, el millonario fundador de la CNN y cuarto título del documental, la llamó por teléfono para pedirle una cita. Ella le contestó que se encontraba en medio de una crisis nerviosa y que la llamase en seis meses. Cuando pasó ese tiempo, él volvió a aparecer y en 1991 ya se habían casado.

Durante diez años fueron felices - "mi exmarido preferido", le llama en la película- pero después de un padre y tres maridos que no la dejaban ser, Fonda ya no estaba para historias. Aunque se había apartado del cine, su activismo seguía en marcha aunque ya no fuese viajando a Vietnam, pero sí visitando lugares en los que se desarrollaban causas a las que apoyaba y enarbolando banderas a favor de la justicia social.

Cuando Tuner empezó a reclamar su presencia en casa (y de hacerle algunas cosas éticamente reprobables a sus espaldas), ella decidió que su nombre iba a ser el título del último acto del documental: Jane.

"La edad es sólo un estado mental"

La frase es de la propia actriz, que en 2005 volvió a la gran pantalla con la película La madre del novio, para su propia sorpresa. Con 68 años no pensaba que nadie la iba a llamar para trabajar, pero ese fue sólo el primer paso para el resurgir de su carrera. Desde entonces ha participado en diez películas y protagoniza la serie de Netflix Grace & Frankie junto a su amiga Lily Tomlin, una comedia que trata temas tan silenciados como la sexualidad de las mujeres de la tercera edad.

Si con 20 años tenía pocos pelos en la lengua a la hora de defender las ideas en las que creía, ahora con más de 80 no tiene ni uno. Especialmente en lo relacionado al feminismo, causa en la que empezó a involucrarse activamente después de su último divorcio, arremetiendo contra de las políticas de Donald Trump cada vez que tiene ocasión o apoyando a la marea verde de Argentina. Y también explicando las cosas que tuvo que hacer en el pasado por su carrera profesional y las que ha tenido que hacer más recientemente por la misma razón, como someterse a operaciones de cirugía estética para seguir trabajando, todo con la misma sinceridad. Jane Fonda sigue con el puño en alto.

Por qué el mundo será un lugar peor cuando Aretha Franklin deje de cantar

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Aretha Franklin ya forma parte del patrimonio político de Estados Unidos. A diferencia de otros artistas, que dividen su compromiso entre el micrófono de un atril y el de los escenarios, la diva sabe que su música es himno suficiente. "No soy muy buena oradora", confesó a los periodistas en 1971 en el teatro Apollo de Nueva York. Casi todos regresaron decepcionados a las redacciones sin una declaración incendiaria que incluir en la crónica del concierto. Todos, menos uno. 

El periodista Gerry Fraser, de The New York Times, trasladó el foco de la noticia al público de aquella noche y dio de lleno en la clave. "No solo vinieron a ver a la Lady Soul, la Soul Sister Nº 1, a la Reina del Soul o todas esas etiquetas que lleva encima, sino también a participar con ella en una exaltación de su negritud", escribió el segundo reportero negro de la historia del Times. 

Franklin pertenece a esa hornada de artistas que no han necesitado liderar manifestaciones para convertirse en un símbolo. Aunque procedía de una familia pudiente, de joven sufrió las mismas humillaciones que cualquier chica de color en los años sesenta. Su padre, además de ser un predicador, aprovechaba sus sermones en la iglesia para denunciar los abusos de la supremacía blanca, así que le inculcó un espíritu crítico desde muy pequeña.

Los Franklin estaban muy unidos a Martin Luther King, hasta el punto de ayudarle a preparar su famosa Marcha por la Libertad. En aquel 1963, Aretha llevaba un tiempo fuera de los coros góspel y había centrado su talento en el soul y el jazz. "No creo que desmereciese a Dios cuando decidí cambiar de estilo hace dos años, al fin y al cabo, el soul nació con la esclavitud y el sufrimiento de mi pueblo", resumió la cantante en una columna de opinión.

Cinco años más tarde interpretó Precious Lord en el funeral de King. Desde entonces, su voz estuvo unida para siempre a la lucha por los derechos de los afroamericanos.

Respect a un himno feminista y racial

En 1967, las calles de Washington rugían con pancartas por los derechos civiles, pero también por la liberación femenina. Quedaba un año para que Coretta Scott King liderase un movimiento por las mujeres afroamericanas tras la muerte de su marido, aunque muchas ya reivindicaban junto a las blancas la igualdad de género. Todas ellas encontraron ese año en Respect, de Aretha Franklin, un himno personalizado, que no se diluía en las luchas comunes como el fin de la guerra de Vietnam.

La canción nació de su primera colaboración con el estudio Atlantic, donde logró imponerse sobre toda la música negra y convertirse en la auténtica diva del soul. En realidad ni siquiera fue escrita para ella (antes fue interpretada por el rey del soul Otis Redding, título ex aequo junto a Sam Cooke), pero solo necesitó sentarse al piano una vez para apropiarse al momento de Respect.  

Años después de aquella ola feminista que llevaba su ritmo, Franklin reconoció que no se veía tan relevante para el movimiento. "Ese es el papel de Gloria Steinem", dijo la artista a la Rolling Stone, "no creo que yo fuese el catalizador de todas esas mujeres. ¿Y si lo fui? Pues, mucho mejor".

También Chain of Fools y Think forman parte de la banda sonora de aquellas activistas que querían "romper las cadenas" e invitaban a los hombres a pensar "sobre lo que estás haciendo". Incluso Do Right Woman, Do Right Man, donde cantaba que las "mujeres son solo humanas, debes entender, no son juguetes".

Acerca de las siguientes herederas del feminismo en la música, la cantante siempre ha dicho que confía plenamente en Beyoncé para portar esa antorcha. La intérprete de Lemonade superó hace un año a la emperatriz absoluta del soul y se convirtió en la mujer con más premios Grammy de la historia. Pero las leyendas son intocables, y el reinado de Franklin perdura incluso cuando ya ha anunciado su retiro oficial de la música. 

Una canción, un mensaje

Aunque nunca ha tomado la voz cantante en manifestaciones políticas ni ha liderado ninguna marcha por las mujeres, Aretha Franklin se pronunciaba hasta ahora con cada una de sus estudiadas apariciones. Cantó en la investidura presidencial de Bill Clinton en 1993, donde eligió I dreamed a dream, pero fue en los actos de Barack Obama donde más se dejó ver.

Ninguno de los dos expresidentes ha escondido nunca su respeto y admiración por ella. Pero quizá el momento más emotivo y mediático que se recuerda fue durante un concierto homenaje a Carole King en 2015, al que asistieron Barack y Michelle Obama. Al presidente no solo se le escaparon las lágrimas al escuchar (You Make Me Feel Like) A Natural Woman, sino que puso en una carta lo que ningún jefe de Estado ha dicho sobre un artista en solitario.

"Nadie encarna de forma tan completa las conexiones entre el espíritu afroamericano, el R&B y el rock and roll. La forma en que las dificultades y el dolor se transforman en belleza, vitalidad y esperanza. Norteamérica brota cuando Aretha canta", contestó en un correo Obama al director del New Yorker. Para el político, su voz sintetiza todas las vivencias del país, desde las más lamentables hasta las grandes conquistas. "La experiencia americana vista desde la parte inferior hasta la superior, desde el bien y el mal, la reconciliación y la trascendencia", añadía.

Al fin y al cabo, Aretha Franklin no ha dejado de ser un símbolo a pesar de sus secretos y sus contradicciones. Ella cedió como patrimonio únicamente su inteligencia musical; ni sus palabras ni su simpatía. Por eso cuando el escritor David Ritz pintó a una Aretha competitiva, déspota y controladora en Respect (su biografía no oficial), nadie renegó de su mensaje. 

Sin necesidad de agarrarse con uñas a la fama, Franklin ha prevalecido por su arte, como las grandes divas. Ha aplaudido a sus sucesoras desde el respeto, honrando a Adele con una versión de su Rolling in the deep o defendiendo a Beyoncé ante las acusaciones de un supuesto playback. Ha sido protagonista hasta el final en eventos monopolizados por la música moderna, como los Grammy, y ha participado en las galas benéficas y homenajes que le apetecían. Así, durante cinco décadas. 

Lo único que ha cambiado en este tiempo ha sido su público, que siempre suma nuevos adeptos. Porque, como ya descubrió en su día el periodista Gerry Fraser, ahí está la clave de su relevancia. Esa gente que encuentra en sus canciones el motor para lanzarse a las calles, conocer sus raíces, "exaltar su negritud" y, en definitiva, celebrar una música incombustible. 

Nina Simone, la suma sacerdotisa de la rebelión

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Nació como Eunice Kathleen Waymon, pero vivió siendo Nina Simone, el nombre que ella se puso a sí misma para presentarse como la persona que era realmente. Un torbellino de emociones exaltadas en todos los aspectos de su personalidad, que la llevó a componer canciones inigualables y a protagonizar una de las biografías más apasionadas de la música del siglo XX. La editorial Libros del Kultrum acaba de publicar en España Víctima de mi hechizo. Memorias de Nina Simone (traducido por Eduardo Hojman) un libro que la artista firmó en 1991 y la editorial Pantheon Books publicó con el título I Put A Spell On You.

Eunice sólo tenía dos años cuando empezó a tocar el piano sin ningún tipo de instrucción en la casa de sus padres en Tyron, Carolina del Norte, su ciudad de origen. A los seis años ya era pianista residente en la iglesia evangélica de su pueblo -su madre empezó allí su carrera de fanática religiosa como pastora- y estudiaba con la señora Muriel Massinovitch, después de que la jefa de su madre reparase en el talento de la niña. Ella la introdujo en el mundo de la música clásica, empezando por Bach, algo que empezaría a guiar su trayectoria: "Una vez que me embriagué de la música de Bach no quise hacer otra cosa en la vida que prepararme para ser una concertista".

Pero había un aspecto en el que todavía no había caído: tanto la señora Millet como su profesora eran dos señoras blancas. La primera prohibió a su hijo que siguiese jugando con ella al ir creciendo y para llegar a la casa de "la señorita Mazzy" tenía que atravesar las vías que separaban a los blancos de los negros en su comunidad. Tomar conciencia de ello hizo que su objetivo vital ya no fuese sólo ser concertista, sino "la primera pianista clásica negra de Estados Unidos".

Después del instituto, se mudó a Filadelfia para estudiar en la famosa academia Julliard gracias al fondo Eunice Waymon que su profesora impulsó para que pudiese continuar con su formación. El rechazo del Instituto Curtis, donde tenía pensado ingresar para seguir con sus estudios de música clásica, fue el segundo golpe vital que le hizo abrir los ojos ante su realidad: "Jamás se me había ocurrido preguntarme cuántos alumnos negros estudiaban en el Instituto Curtis; era una pregunta legítima que sin duda tendría que haberme hecho antes". El dinero de su beca se acababa, su familia estaba pasando dificultades después de mudarse a la ciudad para estar cerca de ella y tuvo que ponerse a trabajar.

La auténtica Nina Simone nació en Atlantic City, cuando encontró trabajo como pianista en un barucho decadente. Por miedo a que su madre -por aquel entonces aún más puritana que cuando ella era niña- se enterase se creó ese seudónimo, una combinación de "Niña" (apodo con el que la llamaba un antiguo amante latino) y Simone, por la actriz Simone Signoret. Fue allí donde empezó a cantar además de tocar después de que el dueño se lo exigiese y a llenar el local gracias al boca a boca.

Poco después se mudó a Nueva York con su primer y fugaz marido, el beatnik Don Harris. Su nombre empezó a sonar por el ambiente intelectual del Village, sus conciertos cada vez eran más seguidos y más masivos y la persona se convirtió en artista. Ya divorciada de Harris, conoció a un policía de Brooklyn llamado Andrew Stroud que abandonó su profesión para convertirse en su mánager. Con él tuvo a su hija Lisa, una casa familiar en Mount Vernon (un suburbio de Nueva York) y una carrera extenuante que la llevó a dar conciertos por todo el mundo. Según sus escritos, era su cónyuge el que controlaba el negocio y era ella la que lo sacaba adelante con su trabajo sin poder rechistar.

Lo personal es político

La frase de la feminista Kate Millet bien podría servir también para titular alguna biografía de la artista. Cuando ella ya era una "negra rica" y I Loves You Porgy, You’ll Never Walk Alone, My Baby Just Cares For Me ya sonaban por todo el mundo, el movimiento por los derechos civiles de los negros se encendió, captando toda la atención de Simone.

El asesinato de cuatro niñas negras en un atentado en Birmingham en 1963 prendió la llama de la rabia contenida de la artista, que compuso la famosa canción Mississipi Goddam, censurada en radios por todo el país por blasfemia (Godamm significa maldición en inglés) y un gran himno de la lucha en la época. Simone se volcó de lleno en la militancia, componiendo y cantando sólo canciones protesta y dejando salir toda la ira que llevaba dentro. En sus memorias lo cuenta como una catarsis para ella, aunque en el documental What happened, Miss Simone? (Liz Garbus, 2015) sus allegados aportan otro punto de vista.

Esta autobiografía está escrita antes de que se le diagnosticase un trastorno bipolar y en ellas no hay mención alguna a su enfermedad, al menos de manera consciente. Simone achaca sus ataques de furia, sus cambios súbitos de humor, su comportamiento errático e incluso sus alucinaciones al cansancio extremo que le generaban las giras que programaba su marido (que, también hay que mencionar, la molía a palos). "Las horas de vigilia consistían en una sucesión de ensoñaciones intensas con breves periodos de calma (...) Cuando volvimos a Mount Vernon dormí tres días seguidos con sus tres noches". En el documental él declara que tras esa gira que dieron junto a Bill Cosby tuvieron que hospitalizarla varios días por sus trastornos psicológicos.

El enfado que canaliza en el activismo la hace ser partidaria de la vía violenta del movimiento - "yo no soy pacifista" le espetó a Martin Luther King- , a soltar mítines en contra de los blancos en sus conciertos y, por lo tanto, a ponerla en el punto de mira de sus opositores. "Era la santa patrona de la rebelión", la define el crítico Stanley Crouch en la cinta de Garbus).

La tierra mítica

Cuando la lucha por los derechos de la comunidad negra empieza a perder fuerza debido a los asesinatos de sus líderes y las fracciones internas, decide abandonar a su marido y mudarse a Barbados donde, entre otras cosas, mantiene un romance con el primer ministro. Allí se declara feliz y plena, pero comienzan sus problemas con el fisco estadounidense que tantos titulares suscitaron. En su libro, el responsable de sus deudas era su esposo, que se encargaba de los temas de dinero que ella no entendía.

Su siguiente destino es Liberia, su "lugar mítico. Mi África no tiene países, sino cientos de pueblos diferentes mezclados a lo largo de la historia en un cóctel desigual y obligados a dejar su semilla en una nación de exiliados ubicada en un país muy lejano: mi tatarabuelo, mi abuela, papá, mamá, yo".

Allí se liberó. Vivía en bikini todo el rato y tenía una vida social intensa con amantes incluidos (remarca mucho los aspectos sentimentales de su vida). Se llevó a su hija al país y desde su perspectiva. "Lisa era completamente feliz en Liberia. Tanto en la escuela como en casa". Según la joven: "ahora era ella la que pegaba. Pasó de ser mi consuelo al monstruo de mi vida". Y según su marido: "Dejó de pagar impuestos, perdió la casa, dejó de actuar". Todo lo relacionado con el dinero es cierto, aunque cada una de las partes implicadas lo cuenta de manera diferente. Lo único que coincide es la consecuencia de las acciones: Simone se quedó sin dinero y tuvo que irse de Liberia, donde la política empezaba a estar tan revuelta como su espíritu.

Recaló en Ginebra, el opuesto total a Monrovia, con el argumento de buscar una buena escuela para su hija. Dio conciertos sin mánager ni equipo que la asesorase y dejó una actuación a medias en el festival Midem de Cannes, organizado para los profesionales de la industria musical. Habían ido: "para verme fracasar, porque sabían lo que yo pensaba de su gremio y me odiaban por haberlo manifestado en público".

Deprimida de Suiza se mudó a París, esperando que las cosas mejorasen. Se puso a actuar en clubs de poca monta para ganar dinero porque de la opulencia del pasado no quedaba nada. Después de idas y venidas a Los Ángeles, a Nueva York, a nuevos mánagers y representantes que querían hacer dinero, se encontró con su viejo amigo el fotógrafo Gerry De Bruin. Le recomendó que se mudase a Holanda y la ayudó a recuperar su carrera. También solucionó sus problemas con la Hacienda estadounidense y consiguió volver a la estabilidad.

En este punto terminan sus memorias que continúan en el documental desde los testimonios de los entrevistados. Sí se encuentra con Gerry De Bruin pero, según él, en un estado físico, psíquico y económico lamentable. Es cierto que la lleva a Holanda, pero para que un médico la evalúe y ahí es donde, por primera vez, escucha "bipolar". De Bruin y otros amigos como Al Schackman, la ayudan a recomponerse, hacen que se tome la medicación y vuelva a los escenarios, en donde se quedará muchos años más.

No hay duda que su enfermedad marcó toda su vida y da explicación a muchas de las cosas que le sucedieron. Pero no puede restarle ni un ápice de genialidad musical -tanto como pianista como compositora y cantante- ni cuestionar el alcance de su compromiso. El enfado que Simone sintió contra el sistema que mataba y discriminaba a los negros en Estados Unidos se originó en la conciencia de la pequeña Eunice, cuando se sentaba a comer el bocadillo en la puerta de la tienda porque los negros no podían comer en las mesas del interior.

De hecho, la artista pone final a sus memorias reafirmándose en su compromiso al evaluar su trayectoria: "Una incontable cantidad de errores, no pocos días malos y, lo más regocijante de todo, años de alegría -duros, pero también entrañables- en los que luché por los derechos de mis hermanas y hermanos en todas partes (...) Entonces sabía y sigo sabiéndolo ahora, que esa felicidad que sentía cuando marchábamos juntos y que todavía siento, es de una índole que muy poca gente puede experimentar".

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